LA DEFENSA DE ESPAÑA

Cacereña por el mundo

Carmen González // Cáceres

Soy española. Llevo 20 años viviendo fuera de España. Cambiando de casa, país y continente cada cuatro años. Y quizás por vivir tan lejos, por hablar tres idiomas dentro de mi casa he querido mantenerme siempre unida a mi país, leyendo sus periódicos, su literatura, oyendo sus radios, viendo la televisión cuando podía. Hablando con mis hijos en español, cantando este verano el despacito en el coche, haciendo macarrones con el chorizo que mi madre me manda en paquetes al fin del mundo. Intentando mantener mi patria cuando la vida te convierte en un apátrida.

Te duele ver a España en la prensa internacional hoy, te duele que los amigos extranjeros te pregunten qué está pasando y que tengas que explicarles que somos una democracia tan democrática como la suya, que tenemos la obligación de que se cumpla la ley igual que pasaría y pasa en sus países. Y te das cuenta de que mucha gente piensa que vivimos en una democracia de segunda.

Te cuentan que el nacionalismo se cura viajando y no es verdad. Cuando vives fuera de España haces muchas amistades porque somos muy pocos y la morriña aprieta. He coincidido con unos cuantos independentistas catalanes, algunos llegaron a ser amigos. Intentábamos no hablar de política. Pero de fondo siempre estaba la política. Era imposible razonar. El nacionalismo es una religión. No hay razón sólo sentimientos.

Cuando mi amiga independentista me preguntaba si no me sentía extremeña antes que española era incapaz de entender mi respuesta de que mi forma de ser española es ser extremeña.

Cuando me hablaba de su San Jordi, no entendía que yo le hablara de que el patrón de mi ciudad, Cáceres, es también San Jorge y que tan sentidos eran mis recuerdos de niña de los dragones ardiendo en la plaza Mayor, como eran los suyos de sus libros y rosas por las ramblas. Porque compartimos la misma historia. Que su pan tumaca se hace con muchos tomates de Miajadas y que si añades un poco de jamón y aceite de mi tierra tendrás el manjar que tanto echamos de menos cuando estamos tan lejos.

Mi amiga jamás ha estado en Extremadura. Piensa que somos unos vagos. Un día me pidió que le llevara varias cosas cuando volviera de España, me dijo que podía comprarlas en El Corte Inglés o en Ikea. Cuando contesté que no teníamos Corte Inglés en Cáceres, ni Ikea, ni aeropuerto en Extremadura, me dijo que usara el AVE para llegar a Madrid.

Y te cansas. Te cansas de no contestarles en Facebook para no discutir, te cansas de que esos «amigos» que tanto te desprecian por ser español y extremeño trabajen representando a España en la Unión Europea y que otros cuando buscan trabajo se conviertan en profesores de español. Y te cansas mirando cuál sera la nueva prebenda que ganarán por insultarnos. Y mientras, tú sigues viajando cada verano a Cáceres en un tren que tardará en llegar tanto como el último vuelo de Dubai a Madrid y rezando para que al menos ese tren no sufra una avería y te haga esperar aún más para llegar a casa.