AGRESIONES SEXUALES

Todo ha acabado y aún tiemblo

Mayte Lozano // Estudiante

Entre piedras y algo de frío, camino sola a casa y con miedo. El silencio retumba en mis oídos. La calle me parece interminable. El despertar de los pájaros es mi mejor melodía. Caminar entre los coches me hace sentir segura e insegura a la vez. Cuando el diablo acecha lo hace de todas las maneras. Hace tiempo que el sábado por la noche se ha convertido en la peor de mis pesadillas. Agarro mi bolso, como si eso fuera a salvarme. Mis pies se sienten seguros sobre el suelo, pero necesitan volar. La escena me recuerda el final de una película que siempre acaba mal. La batalla entre la bestia y el ser humano. Intenta agarrarme pero yo soy más rápida. Esta batalla contra el viento la gano yo. En ese instante, un torbellino de pensamientos invaden mi cabeza, mis músculos agarrotados dudan y mis manos empiezan a temblar. Ahora o nunca. Es el momento. Corro hacia mi portal. Él, como buen diablo, siempre actúa. No quiero mirar atrás. Solo necesito ser más rápida que su mente. Me escondo detrás de un arbusto. Cuando me quiero dar cuenta ya tiene sus manos sobre mis hombros. Siento asco y rabia, la que siempre escupo leyendo historias ajenas en la prensa. Hoy me toca vivirla a mí. Saco fuerzas de flaqueza. Con furia me agarra el cuello hasta dejarme sin aliento. La sirena del camión de la limpieza me salva. El cobarde diablo sale corriendo. Es hora de respirar. Todo ha acabado y aún sigo temblando. Querido siglo XXI, te pido que avances en humanidad, que hace mucho tiempo que está perdida ya.

Pensiones

La alegría de jubilarse

Miguel Fernández-Palacios // Jubilado

Dejar de trabajar es una gozada. Sin embargo, ese gozo que nos debería proporcionar la jubilación se tornará en amargura si en lugar de cumplir los sueños que tenemos para esa etapa debemos implorar limosna a las puertas de las iglesias para completar la exigua pensión. Y eso será lo que haremos si el Gobierno persiste en despreciarla y vendernos las maravillas de los planes privados al tiempo que las empresas, asistidas de la reforma laboral, reducen puestos de trabajo y salarios para incrementar beneficios. ¿Qué nos salvaría de mendigar? La solución sería que las máquinas supresoras de puestos de trabajo, las grandes empresas y los que más riqueza exprimen a la sociedad contribuyesen porcentualmente como cualquier currante.