SEGÚN LAS ENCUESTAS

Votar a Sánchez

Martí Sagrera Capdevila // Madrid

Soy de los que, como reflejan las encuestas, empezamos a pensar el votar a un Sánchez que echó a un PP corrupto e inoperante. Pero en los últimos días ha realizado hechos que desmienten sus promesas y agravan mucho nuestro peor problema, el separatismo ilegal, no sólo en su campo político, sino desacreditando al único poder que lo enfrentó con eficacia, el judicial.

En efecto: apenas cabe imaginar en un gol más negativo en la propia puerta de España que el aceptar Sánchez la torcida decisión alemana de extraditar a Puigdemont sólo por malversación, y no por rebelión, como exige también la Justicia. Ni un mayor menosprecio al conjunto de la Justicia y al Estado de derecho que el aceptar hacerse a la foto con quien nunca debiera haber podido llegar a su presencia luciendo un lazo amarillo contra ella, como Torra.

Con razón este indigno presidente autonómico, racista y contrario a la voluntad de la mayoría de los catalanes, ha encabezado después una multitudinaria manifestación en Barcelona para celebrar su victoria contra un Gobierno de España tan vergonzosamente débil. Poco tiempo y espacio le queda, pues, a Sánchez para convencernos de que, lejos de remediar, no esté agravando mucho nuestro peor problema político actual.

REPARTO DE LA RIQUEZA

Que Dios os ampare

Pedro Serrano // Antoñán del Valle (León)

Las grandes desigualdades generan tensiones y conflictos sociales. Por el contrario, cuando la riqueza se reparte con equidad, la cohesión de una sociedad se fortalece y todos sus miembros salen ganando. Sin embargo, esto que es una obviedad, no está contemplado en la lógica neoliberal imperante, en la que lo único que importa son los beneficios, nunca las personas.

Cuando los países ricos hacen negocios ventajosos con países pobres gobernados por tiranos, para extraer sus enormes riquezas, no se tiene en cuenta a las personas. Cuando los países ricos venden armas a los sátrapas para someter a los pueblos, no se tiene en cuenta a las personas. De este modo, el mundo rico actual no solo no ayuda al desarrollo, sino que, con su egoísta proceder, fomenta el subdesarrollo.

Eso sí, cuando esas personas huyen de las guerras, del hambre o de la opresión y llaman a nuestras puertas las rechazamos con un «que Dios os ampare» y dejamos que se ahoguen en sus propias lágrimas. Y es que, no puedo dejar de pensar que los mares no contienen agua, sino lágrimas acumuladas por tanto sufrimiento.