Señor Delgado,yo no insulto

Su osadía, señor Delgado, no tiene límites, como tampoco la falta de escrúpulos a la hora de amparar a sus allegados políticos, como el señor Calle, calificando mis palabras de insultos personales. Nada más lejos de la realidad, porque precisamente de eso estaba hablando: de cosas reales y no insultaba cuando decía que el señor Calle es traicionero porque es una realidad que yo he podido ver con mis propios ojos y que está escrito en las actas de pleno del Ayuntamiento de Mérida, que llamaba al partido socialista la "derecha" de Mérida, mientras que este partido le contestaba "comunista" y él replicaba henchido de orgullo que nunca dejaría de serlo. Ahora los destinos del PSOE y de Angel Calle van unidos porque ha traicionado sus principios comunistas para encontrarse con un nuevo credo político.

Tampoco insultaba cuando le decía leninista, ya que él mismo así se ha confesado públicamente, amén de que eso no tenga nada de bueno ni de malo, simplemente es un hecho. Y mucho menos lo insulto cuando le digo demagogo, puesto que hasta la fecha lo único que ha hecho ha sido, o bien presentar proyectos fantasmas con supuesta financiación de la Junta, o bien presentar como novedosos proyectos que ya estamos realizando en la ciudad (eso sí que es un insulto a la inteligencia de los ciudadanos).

Como ve, señor Delgado, es usted muy osado a la hora de calificar estos hechos como insultos, cuando hasta la fecha lo único que he hecho ha sido ejercitar mi libertad de expresión basada en hechos nunca personales pero sí de una trayectoria política seguida por el señor Calle, libertad que por cierto me ha dado la democracia en la que vivo y huyendo de aquello que sí ha hecho ya el señor Calle, y que ha sido insultarnos a mis compañeros y a mí con el increíble calificativo de "carroña".

Osada defensa que no solamente ha olvidado que el candidato socialista ha insultado a sus adversarios políticos, sino que olvida también cómo tuvimos que aguantar del secretario local del PSOE que nos llamase lindezas tales como "mafiosos", "corruptos", "mamporreros" y un sinfín de apelativos del mismo estilo. Se le olvidó entonces hacer una defensa de las "buenas formas" a las que ahora apela.

En fin, señor Delgado, es cierto que en política no puede valer todo, y que el camino no es el insulto. Los ciudadanos no tienen ni un pelo de tontos y pensarán que sus apreciaciones responden a la manía que tiene a mi compañero Gonzalo y a mí porque denunciamos públicamente cómo enchufaron a su hija siendo concejal socialista en la Junta, y que la columna que me dedica no se debe nada más que al típico "difama que algo queda".PILAR VARGAS MAESTRE. Mérida

Sobre la actuaciónde Concha Márquez

Señor crítico musical de el Periódico: no es mi costumbre contestar a críticos que se limitan a expresar sus torpes e irónicos comentarios sin un atisbo de profesionalidad. Si lo hago esta vez es por el profundo respeto que tanto la señora Márquez Piquer como yo mismo tenemos por el público extremeño y porque sé que son más los que leen el periódico que los que tienen posibilidad de contrastar la opinión de un crítico --usted desde luego no me lo parece-- con la realidad.

Dice usted que la señora Márquez "ni siquiera se despidió del público y ni mucho menos regaló a sus fieles ninguna canción extra". El subtexto de sus palabras parece indicar que la señora Márquez no tuvo respeto por el público. Tengo que decirle que nadie, ni siquiera usted, tiene más respeto por el público que Concha Márquez Piquer. Algo acreditado por más de treinta años de profesión y, sin ir más lejos, por su penúltima estancia en el Gran Teatro, al que acudió con el mismo espectáculo que estaba en ese momento presentando en el Teatro Calderón de Madrid. Lo que a usted se le olvidó es que el público que acudió a esa presentación la recibió de manera nada hospitalaria. Es de uso común cuando una artista de fuera viene a una ciudad recibirla con un aplauso. Algo que no hizo ese público y que quizás usted debió resaltar en su comentario. Y, en consecuencia, la señor Márquez se limitó a cumplir el programa. Desde luego, no porque tuviera "prisa por cenar perdices mañas en el Figón" como usted dice en su comentario, sino simplemente porque había terminado la actuación para la que había sido contratada.

Pienso que su obligación como crítico debiera ser la de analizar objetivamente una actuación. En absoluto puede resumirse un comentario sobre la actuación de la señora Márquez mediante las torpes ironías con que se refiere a ella.

Por último, sepa que la señora Márquez se comprometió con el excelente empresario señor Martín a presentar un recital de 12 temas, programa aprobado por el Gran Teatro y lo ha hecho. Si no le ha gustado, ni siquiera lo siento. Debe ser que tiene muy mal gusto.RAMIRO OLIVEROS FERNANDEZ. Madrid