MEDIDAS

Tolerancia ceroen Castuera

Ana María Morillo Díaz

Cáceres

Hace dos años, aproximadamente, el alcalde, con motivo de unos tristes hechos acaecidos en la población de Castuera, hacía saber mediante un bando que decretaba, en adelante, "tolerancia cero" con los jóvenes.

Algo que, obviamente, deberían llevar a cabo los agentes de su autoridad (Castuera cuenta con casi tres policías municipales por cada mil habitantes) teniendo en cuenta que los jóvenes de aquí --como los de cualquier lugar-- no somos ni más ni menos traviesos y algunos --los menos-- cometen desmanes propios de la edad, que ponen en peligro su vida y la de otras personas.

Pero, no podía ser de otra forma, en un cuerpo que, por lo que he visto durante mis vacaciones, hace más bien poco caso al alcalde (están, como vulgarmente se dice, a su bola. Después de ese tiempo y como la "tolerancia cero" brilla por su ausencia, hay gente, incluso jóvenes que conozco, que cree que el pueblo raya en la anarquía del orden y se ha convertido en un paraíso --las estadísticas ahí están-- para camellos, gamberros y, dicho sea de paso, también para otros tipos de fechorías como robos en establecimientos comeciales y rajada de ruedas, hace sólo unos días, a más de veinte coches.

Y sino que alguien me explique cómo, por ejemplo, cada sábado, durante el botellón, un grupo de jóvenes (entre los que es posible que haya menores, puesto que al botellón van muchos) invaden un carril de la carretera que viene de Villanueva de la Serena ante la pasividad de padres, autoridades (hay concejales haciéndolo) y, por supuesto, de la policía municipal, que pasa por delante --lo he visto con mis propios ojos-- y no se molesta en tan siquiera hacer una leve advertencia del peligro que están corriendo y del accidente a que pueden dar lugar.

Así que, por favor señor alcalde, si decreta "tolerancia cero" con los jóvenes o con quien sea (a mi modo de ver innecesaria, puesto que de lo que se trata es de gobernar con firmeza y con respeto y no con extremismos después que ocurren las cosas), hágala cumplir. Y recomiende a sus agentes que durante la guardia (aunque sea solo de dos en dos, que son los que la hacen) se lean la Ley de la Convivencia y el Ocio de Extremadura. Tiempo, desde luego no les falta, pues, como es fácil comprobar trasnochando un poquito, pasan tres cuartas partes de la guardia en la oficina o cuartelillo, como se llame.

VUELTA AL TRABAJO

El final de la anestesia

Fernando de Pablo Gómez

Quince días de carreras, partidos y demás competiciones, de medallas, diplomas y decepciones deportivas, son suficientes para hacernos olvidar muchas cosas. Ahora, coincidiendo con la vuelta al trabajo de millones de españoles con la paga extraordinaria agotada, se termina la anestesia. Vuelve a doler la hipoteca, la inflación en la cesta de la compra, los libros de texto, la ropa, el seguro del coche, la luz, el gas, el agua... Casi veinte medallas en agosto no nos facilitarán llegar a fin de mes en septiembre. De eso tenían que encargarse los otros grandes protagonistas de las retrasmisiones deportivas: los ministros que tanto han disfrutado de los juegos. Ahora, entre la anestesia de las Olimpiadas y la llegada de la adormidera de la Liga, quizá nos demos cuenta de que las familias españolas, que pagamos impuestos europeos, recibimos un gobierno y unos servicios, cuando menos, no tan europeos.

ECONOMIA

Una pose fingida

Jesús Mez

El aumento de la tasa de morosidad de los créditos puede no preocupar mucho al vicepresidente económico, Pedro Solbes, que sigue declarándose "muy tranquilo" sobre la situación del sistema financiero español "eso puede ser un problema de los bancos". Sin embargo, a nadie escapa que el dato --más del doble de la mora registrada en 2007-- es un nuevo y preocupante eslabón que añadir a la interminable cadena que cada día lastra un poco más la economía de este país.

También lo es que históricamente las familias españolas detraen recursos de donde sea para hacer frente al pago de sus hipotecas, pero con 28.408 millones de euros atrapados ya en créditos dudosos y el euríbor en máximos, el sosiego que siempre se empeña en aparentar Solbes ya se semeja más a una pose fingida que a una reacción seria ante la vertiginosa tendencia de la morosidad.