Homenaje a Valenciade Alcántara

Mi amigo Vicente --el de la gasolinera-- dice que no olvidará nunca el zumbido del fuego arrasando cuanto encontraba a su paso desde Puerto Roque a Valencia de Alcántara el pasado domingo. Yo tampoco. Pone los pelos de punta. Quizá no sea el momento de pedir cuentas ni de criticar las decisiones de las autoridades, pero cuesta digerir las palabras del flamante consejero de Desarrollo Rural, exalcalde valentino y por tanto buen conocedor de la zona, en el sentido de que no se podía prever que el incendio que asolaba Portugal podía pasar tan fácilmente a España. Cabe preguntarse porqué no se dejó a la gente combatir el fuego y defender lo suyo a la manera tradicional, con cortafuegos efectivos. Y no estoy hablando de que se dejara en el último momento, cuando el fuego era ya incontrolable, pasado el mediodía del domingo, sino mucho antes. O porqué los efectivos aéreos no acudieron hasta pasadas las 11 horas de ese día. Porqué no se permitió el apoyo de las tanquetas de Medio Ambiente a los voluntarios que espontáneamente, pero organizados por expertos conocedores del terreno, se disponían a parar las llamas con un contrafuego justo cuando todavía podía hacerse. Una hora después el viento precipitó los acontecimientos.

Esta carta quiere ser un grito ahogado en las cenizas, aún calientes, pero también un homenaje a mi amigo Vicente, a Marcial, a Carlos, el de el Cruce , a Joaquín el de Las Huertas, a Fausto, el amigo de Miguel, el de lagar, a Miguel Angel, el hijo de la Rosa, a Juan sin miedo , que ese día sí tuvo, a Hilario, el de Iberdrola... a Valencia de Alcántara, y a cuantos quisieron y no pudieron porque no les dejaron, defender lo suyo... y lo nuestro.

JOSE J. DEL POZO. Cáceres

Paraísode la chapuza

Decididamente, quien programe las obras que se hacen en las calles de Cáceres debiera hacer un urgente cursillo de reciclaje y puesta al día. Lo agradeceríamos los sufridos vecinos de esta ciudad que, además del de Patrimonio de la Humanidad, bien pudiera ostentar en su escudo el título de paraíso de la chapuza.

Hace poco más de un año se procedió al levantamiento del firme de la avenida de Rodríguez de Ledesma. Necesidades de la conducción de energía eléctrica hicieron al parecer inevitable tal obra. Los conductores de los numerosos coches que por ahí circulan, los peatones que acuden diariamente al Centro de Salud existente en dicha calle, los centenares de alumnos del instituto Hernández Pacheco hubieron de convertirse en expertos saltadores, con y sin pértiga, para acceder a sus destinos.

Acabada la obra, si a tal cosa puede así designársela, sucedió que el firme de la avenida quedó en tan calamitoso estado, con hoyos, socavones e irregularidades varias, que al poco tiempo hubo que proceder al nuevo levantamiento del suelo y a su posterior asentamiento. No es que la cosa resultara de concurso, pero al menos los automovilistas no perdían una rueda cada vez que osaban circular por la maltrecha avenida. Siempre, claro está, que supieran sortear hábilmente los múltiples obstáculos, más que badenes, que una bienintencionada autoridad colocó en ella, sin recordar que hay que sustituirlos cuando se deterioran, para aminorar la velocidad excesiva con la que algunos irresponsables circulan por esa calle.

Pero si algún vecino pensaba que ya habían pasado suficientes excavadoras por su barrio, se habría equivocado de plano. Las mismas máquinas que hace nada habían levantado esa sufrida calle en dos ocasiones, vuelven a levantarla, esta vez para proceder, según dicen, a meter la conducción de gas.

JUAN LUIS CORCOBADO. Cáceres