VIOLENCIA DE GENERO

Pensión de viudedad

Carmen Berenguel Nieto

Tengo entre mis manos la sentencia de separación y divorcio de mi madre. A finales de los años 80 del siglo pasado tomó la valiente decisión de separarse de mi padre, recientemente fallecido, después de 20 años de maltratos continuados que se prolongaron una década más, aun estando fuera ya se su alcance. Mi madre necesita demostrar esta triste situación para poder tramitar la pensión de viudedad compensatoria por ser víctima de violencia de género. Pero leo y releo las sentencias y ni una palabra de malos tratos, de las vejaciones que sufrió ella y todos nosotros, como si nada hubiera pasado. Solo hay una denuncia, la que se atrevió a hacer ocho años después de separarse por una paliza que, como todas, le pilló desprevenida, y es la única con la que puede "acreditar" que se merece esa pensión.

Explico esto porque espero que las cosas actualmente sean muy diferentes; que si una mujer maltratada acude a un abogado/a no se deje de poner por escrito ni una coma de lo que le explique, que se ponga en alerta a todos los sectores sociales para poner a salvo a la víctimas, madre e hijos, que se le ofrezca el soporte necesario para ser capaz, aun con ese miedo paralizante en la sangre, de denunciar a su agresor. Para acabar, solo quiero haceros saber que mi padre está más que perdonado por parte de mi madre y por todos nosotros, que las heridas están cerradas, aunque se lleva una marca indeleble de por vida.

MASACRE DE ORLANDO

Homofobia

José Vila

Hace unos días estuve viendo La chica danesa, esa, a mi entender, espléndida y bellísima película donde se nos cuenta la historia verídica del primer transexual al que se le practicó la operación de cambio de sexo en la Dinamarca de los años veinte del siglo pasado. Inmediatamente después, pensé que sería una buena película para poder ver y comentar el curso que viene con los alumnos de segundo ciclo de ESO de mi colegio, debido a sus inmensos valores.

Al cabo de unas horas, me enteré de la horrible matanza perpetrada en Orlando, Estados Unidos, por parte de un presunto fanático y criminal yihadista, que, según parece, tenía fobia a los homosexuales. No puedo por menos que dejar de pensar en que el visionado en el colegio de películas como aquella resulta absolutamente imprescindible para poder fomentar entre los jóvenes valores como la empatía hacia los diferentes, la tolerancia, la libertad y el respeto a la identidad sexual de todas las personas. ¡Perdónenme por mi pedantería --soy maestro, claro--, pero creo que solo la educación, en el sentido más amplio de la palabra, puede salvarnos de esta locura de mundo en el que vivimos.