TLte comentaba el otro día a una vecina cuyos hijos universitarios volvían a casa por Navidad, que en la mayoría de los casos, los hijos que abandonaban el hogar al empezar la carrera, ya no regresaban, salvo en vacaciones. La vida es un eterno retorno. Y lo mismo les ocurrió a nuestros padres cuando éramos nosotros los que nos íbamos.

El mundo es ansí, que diría Baroja , --siempre queda bien una cita pedantesca para sugerir distancia sentimental y minimizar los efectos de la emoción--. Y mi maduro y a veces acelerado corazoncito se henchiría de gratitud, si mis creciditos retoños, que partieron algunos hace mucho, --otra menos-- tiempo a la capital para iniciar su dependiente independencia, tuvieran la posibilidad de volver --para quedarse-- a esta ciudad en la que nacieron, pasaron una feliz infancia --según reconocen y a tenor de cómo twittean su nostalgia--, y disfrutaron una enriquecedora adolescencia, pero en la que es prácticamente imposible que puedan establecerse.

Cáceres no ofrece futuro a los jóvenes --decía mi vecina, y la niña--Yo no quiero volver. Me quedé pensativa. Ahora que tanto se habla de fuga de talentos, repaso el número de jóvenes hijos de mis amistades que no han vuelto después de partir. Recorro las habitaciones de mi casa, aquellas en que resonaron durante felicísimos años los gritos, correrías y juegos. Aquel bendito desorden de legos, granjas de Playmobil y caballeros del zodíaco. Las barriguitas, barbies y nancys. Las meriendas de galletas en la cocina y los nervios, gritos y susurros de antes de los exámenes. Aquellos: --Mamá me encuentro mal.-- Tómate un paracetamol y vete al cole. Y aquel coche de pretecnología, con motor pegado con fixo y que al final andaba para atrás.

No hay palabras para describir el calor, la ternura y el júbilo silencioso de un hogar feliz. Y menos en días como hoy en que pronto las habitaciones, ahora sordas, pero eso sí, muy colocadas, volverán a su desorden natural de risas, ropa tirada en la colcha y router ADSL. Por eso, a todos mis queridos lectores, vuelvan sus hijos o no, ¡Feliz Navidad!