THtay precedentes de terroristas que llevan hasta sus última consecuencias una huelga de hambre. Sería el caso de Robert Sands , pistolero del IRA que murió en prisión. Londres no se conmovió ante aquel pulso. Tampoco hubo grandes protestas en la Alemania del Oeste cuando varios miembros de la Baader Meinhof , una banda terrorista de extrema izquierda que actuaba por cuenta de la RDA, aparecieron suicidados en sus celdas. En España no hay ejemplos de cosa parecida y tengo para mí que eso habla bien de la mayoría de los españoles porque describe uno de nuestros valores individuales más apreciable: la generosidad.

Ya sabemos que Ignacio De Juana Chaos es un asesino sanguinario que tiene en su conciencia 25 asesinatos y que su huelga de hambre puede ser interpretada como un pulso al Estado. Es posible que así sea pero no hay que descartar que optar, como lo ha hecho, por el ayuno hasta sus últimas consecuencias haya sido la deriva desesperada de quien ha pasado de verse en libertad ha saber que le esperaban otros 12 años de cárcel --con arreglo a la ley por la que fue juzgado ya había cumplido la pena establecida que le daba derecho a disfrutar del tercer grado--. En el fondo da lo mismo. Lo que esta situación plantea es un dilema. Hay que optar entre justicia y venganza. Quienes creemos en la libertad, respetamos la vida y estamos en contra de la pena de muerte, no creemos que se pueda dejar morir de hambre a un ser humano.

Con sus crímenes y su pertenencia a la organización terrorista ETA Ignacio De Juana Chaos ha demostrado que desprecia el principal valor de la democracia que no es otro que el respeto a la vida. El mismo se ha convertido en un tipo despreciable, pero no por eso hay que dejarlo morir. La generosidad --incluso con los asesinos-- es una prueba de grandeza de la democracia. Una más.

*Periodista