El Consejo General del Poder Judicial ha sentenciado que mantener sin ejecutar durante más de dos años una sentencia condenatoria contra un pederasta es un simple retraso. Nadie culpa al juez Tirado del asesinato de Mari Luz, pero ese retraso y la muerte de la niña están unidos. Catalogar la desidia, la falta de profesionalidad y la irresponsabilidad de mero retraso es un acto de corporativismo que pone en duda la bondad del sistema judicial. El juez Tirado pagará sus ridículos 1.500 euros, pero la justicia --la democracia-- pagará, de nuevo, la falta de confianza que ya inspiraba a los ciudadanos y que ahora se multiplica. En el extremo opuesto, vaya mi máximo respeto hacia el padre de Mari Luz. El no es juez. No se viste de toga, ni habla rimbombantemente. El ha perdido a una hija, y aun así ha mantenido un discurso más coherente y sereno que el de los miembros del consejo. El, desde su humilde piso, en su humilde barrio, ha dicho: "Es una vergüenza nacional". Y yo, señorías, le creo a él. Y me avergüenzo de ustedes.

Marcelo Abbad Sort **

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