Se hace irrevocable la catarsis: "Expulsión espontánea o provocada de sustancias nocivas para el organismo". Nadie que haya tenido que ver con aquellas mentiras tiene sitio en la política española después de lo que ya se ha confirmado ante el tribunal que juzga la masacre del 11-M.

El sistema democrático se ha hecho incompatible con todos aquellos que colaboraron en las falsedades que siguieron al atentado de Atocha. Manipular aquellos hechos sobre la búsqueda entre los escombros de los trenes desguazados de casi 200 víctimas significa una ignominia que no puede tener fecha de caducidad. La catarsis se hace imprescindible e inevitable.

El impacto que debiera causar la constatación de una mentira tan gruesa está tamizado por la cantidad de manipuladores implicados en esta sórdida historia que tiene nombres propios. El primero de esta larga lista es Angel Acebes . Pretende permanecer impasible ante la avalancha de pruebas que le señalan como el autor material de la gran mentira. Acebes no tiene un solo soporte en quienes dependían de él.

Agustín Díaz de Mera , exdirector general de la Policía y eurodiputado del PP, se ha quedado sin honra, pendiente de que la justicia examine sus testimonios, tan falsos como para no encontrar un solo apoyo en quienes invocaba para acreditar sus invectivas. Su equipo de confianza ha declarado en sede judicial, con el cronómetro de aquellos días en la mano. El resultado es desolador.

XDEMASIADAx gente debe dar explicaciones de su conducta: quienes cambiaron la programación de TVE la víspera de la jornada de reflexión para incluir películas sobre el terrorismo de origen vasco; la ministra de Exteriores, Ana Palacio , que dictó instrucciones para asegurar al mundo la autoría de ETA cuando ya estaba descartada; los diplomáticos que cumplieron unas directrices que sabían que eran fraudulentas; el director de El Mundo , que en su edición del 14 de marzo de 2004, el día de las elecciones, insertaba en su primera página, contra la evidencia, hasta tres noticias distintas que se referían a ETA como la responsable del atentado... La lista se ha ido ampliando en estos tres largos años en los que la teoría de la conspiración se apuntalaba sobre la pretensión de un eslogan de fácil acomodación al imaginario popular: Queremos saber la verdad. Ese oscuro personaje que lidera la AVT debería cambiar la pancarta que ha tenido permanentemente pegada en las manos por su dimisión.

No es cierto que una mentira reiteradamente repetida acabe por cuajar como una verdad. La larga marcha del sumario del 11-M ha sido un calvario para el juez que dirigió esta instrucción. Es hora de resarcirlo.

La Iglesia católica también debe revisar sus comportamientos. Es titular de una emisora que ha utilizado la mentira como herramienta de trabajo. El obispo de Huesca y Jaca, Jesús Sanz , sigue siendo pastor de hombres tras haber dicho hace unas semanas, en alusión al Gobierno socialista: "(...) pondrán más obstáculos para saber la verdad de la maraña confusa y confundida de otra matanza, el 11-M, cuya sospecha les mira". ¿Pretenderán el presidente de la Conferencia Episcopal española y el nuncio de su Santidad que los españoles pueden seguir escuchando las mismas voces en la COPE y en algunos obispados tras hacerse insoportablemente evidente lo que ha pasado durante todos estos años con el atentado de Atocha.

La catarsis no debe significar solo la expulsión de la vida política de los que han sido pieza fundamental de esta extorsión a la democracia española, construida sobre el dolor de las víctimas. No se trata solo de depuración de responsabilidades.

En la esencia de estas conductas está un germen que, de seguir vivo, contaminará irremediablemente el futuro y la salud de la democracia española. Unos dirigentes capaces de esta ignominia no podrán nunca apuntalar una derecha moderna, democrática y europea, porque sus conductas están contaminadas por sus propias convicciones. No sirven para un sistema responsable de partidos. Los periodistas que han trabajado incansablemente para ocultar la verdad no tienen pedigrí profesional para trabajar entre nosotros: todo su crédito está cancelado. La Iglesia de Dios tiene que depurar de sus ondas de radio a los profesionales de la insidia y la calumnia que expanden un resumen mediático contradictorio con sus credos evangélicos. Las víctimas del terrorismo tienen que expulsar a los dirigentes que los han manipulado sobre el dolor de sus familias.

Pretender que no ha pasado nada, después de las últimas sesiones del juicio del 11-M, es resignarse a perpetuar una sociedad enferma. En este diagnóstico están incluidas casi todas las demostraciones de deslealtad y barbarie que hemos tenido que soportar desde que el partido que lidera Mariano Rajo y decidió que las mentiras con las que su Gobierno gestionó el atentado de Atocha podrían garantizar la deslegitimación del Gobierno democrático y constitucional que preside Rodríguez Zapatero . La catarsis es, sencillamente, inevitable.

*Periodista