THtan venido del hambre. Son los negros de los cayucos, débiles, desarraigados, dubitativos paseantes de Pintores y la plaza, sorprendidos, asustados, objeto de miradas ambiguas. Han venido de una situación de miseria social, y esperan que sobre esa situación crezca una conciencia social que les permita quitarse el hambre.

Ellos creen que han llegado al mejor de los mundos posibles, porque Dios, puesto a crear, creó mundos y dio con el nuestro. Han querido saltar a él y lo han hecho porque han decidido quitarse de encima el aletargamiento, la somnolencia y la inanidad que proporciona no comer, pero desconocen que este mundo mejor, oculta, lo peor:

Pronto toparán con quienes pretenderán regresarles a la condición de esclavos: "acostumbrados como están a la miseria, que trabajen de sol a sol; con un mendrugo de pan y un camastro en un tinaó tienen bastante y si no que se vuelvan a su tierra". Este programa integrador puede oírse de boca de gente seria, formal, que toma su cervecita después de asistir a la misa de doce los domingos.

Se darán de bruces también, más pronto que tarde, con la seductora tentación de la compasión por parte de gente melindrosa que necesitan aligerar sus conciencias con la limosna, a condición de que ésta se haga a distancia, para no mancharse: "no soporto ese color".

No andarán muy lejos los agoreros con las proclamas políticas repitiendo con todo descaro que esta gente viene a quitarnos el trabajo, a delinquir y que es peligrosa cuando despierta, por lo que es necesario estar prevenidos para cuando empiecen a exigir sus derechos, su carta de ciudadanía y pretendan revelarse de la sumisión, y haya que proporcionarles Seguridad Social, educación, un sueldo digno, apoyo para formar una familia, o una normalización integral. Tantos derechos rompe los esquemas a quienes hace tiempo llenan sus trojes con la sistemática explotación del prójimo.

Son jóvenes, negros y han venido del hambre a una ciudad donde no la hay: pero no solo de pan vive el hombre.

*Licenciado en Filología