WLw a publicación en el Boletín Oficial del Estado el pasado viernes de la convocatoria para designar a una ciudad española Capital Cultural Europea en el 2016 (responsabilidad que compartirá con otra ciudad polaca) significa el pistoletazo de salida en la carrera por hacerse con ese título. Ninguna española lo tiene fácil. Es más, la que sea finalmente elegida será la que lo haya tenido más difícil desde que existe la Capitalidad, puesto que en ninguna otra ocasión ha habido tal competencia: nada menos que 18 ciudades optan a la designación.

Cáceres tiene a su favor, con independencia de sus méritos instrínsecos, que ha sido una de las primeras en presentar su candidatura y que, por esta razón, es una de las más conocidas aspirantes, tanto a nivel popular como entre las instituciones españolas y europeas. Pero eso, con ser importante, no basta. Hace falta avanzar en las infraestructuras prometidas --que son, con el tesoro patrimonial de la ciudad, el sustento principal de la opción cacereña--; también hace falta intensificar en el proyecto, en el sello, en la personalidad, que se le quiere dar a la misma --en este sentido es necesario precisar tanto el enfoque europeo, utilizando la figura de Carlos V y Yuste, como el iberoamericano--; y hacer frente al reto de la implicación de la población. Para que Cáceres 2016 sea creíble es necesaria la implicación ciudadana porque los 13 expertos independientes que habrán de elegir a la ciudad ganadora tendrán muy en cuenta, como lo ha hecho ahora la comisión del COI al analizar las candidaturas a los Juegos Olímpicos, el apoyo popular.