Conocen el término cortina de humo? Seguro que sí, es muy utilizado entre periodistas. Su origen se remonta al mundo militar y hace referencia a un humo que utilizaban las tropas para dificultar que el enemigo pudiera ver los movimientos en la batalla. El uso hoy día es algo diferente. Pongamos un ejemplo tan claro como estúpido. Hace un tiempo, una pareja popular de la farándula moderna, Cristina Pedroche y David Muñoz, pasaba por un momento, no sé muy bien por qué, complicado. Ella, sabedora de la potencia de los medios, puso un tuit en el que le proponía matrimonio. Estaba todo planeado, incluso que él no contestara. Sabían que ese tuit sería suficiente para acaparar toda la atención. Y así fue. La propuesta abrió portadas, los comentarios y opiniones se agolparon en redes y en revistas del corazón. El ruido alrededor de la petición silenció todo lo demás, lo ocultó.

Es un ejemplo tonto, se lo había advertido, pero esa es la técnica con los temas más serios del mundo. Y seguimos cayendo en ella. De hecho, hoy en día son tan recurrentes que agotan. Sobre todo, cuando la ciudadanía se sumerge en la batalla como si hubiera un verdadero fondo. Y al tema más simple se le concede una enorme envergadura y polémica. Como si las portadas en los periódicos, las teles o las radios fueran argumentos suficientes para concederle transcendencia (y controversia) a un hecho. Con el periodismo que tenemos, por desgracia, cada día menos.

Las cortinas de humo nos convierten en anzuelos. Nuestros gritos y protestas, esos acalorados argumentos que damos frente al otro se transforman en parte del humo. Nos usan para avivar la cortina y pasamos a ser señuelos y que otros caigan en la trampa. Una que hacemos más densa, espesa y negra.

Y mientras que estamos distraídos y somos mostrados al «enemigo» como masa muscular, ¿saben lo que ocurre?

Lo sé, se ha dicho hasta la saciedad. Pero es mi deseo de año nuevo: una ciudadanía más reflexiva, más informada, con ganas de debatir. No podemos creer sólo lo que nos cuentan y tampoco convertir las luchas que nos venden en las nuestras. No deberíamos ser tan ingenuos.

Hay quien culpa a los medios de comunicación o quien prefiere apuntar a los políticos. La verdad es que en una época de tanta información y tan variada, de tanta hiperconectividad y facilidad de comunicación, esas bazas no cuelan. Compramos las ideas porque nos interesan, nos vienen bien a nuestra forma de ver la vida, a nuestra hipótesis o ideología; hablamos de ello porque nos gusta el morbo y porque es fácil de leer, entender y comentar. Y lo de ser cebo o cortina de humo, bueno, qué más da si, al fin y al cabo, es lo que nos mantiene entretenidos.

*Periodista.