Escritor

Miguel Celdrán está muy aplomado. Lo han convencido que debe dar sensación de hombre de mundo que está de vuelta de todo y en cualquier lugar hace declaraciones. En la orilla del Guadiana ha recibido un baño de multitudes. La gente se le acerca y lo confunden con Juan Pablo II, y le besan las manos. Después, cuando lo dejan, se dicen entre ellas:

--Qué hombre más bueno, siempre con la palabra de Dios en los labios...

Y es cierto, Celdrán ama a Dios sobre todas las cosas, porque se lo enseñaron en los maristas, y su padre, que era una persona encantadora, lo certifico, subastaba el ramo de la Virgen de la Soledad y contaba algún chiste como el del que vendía bollos de leche, y cuando la venta iba mal, se paraba y decía: "Ay, la leche de los bollos...". Celdrán ha heredado de su padre la facundia, y de su hermano Pepe, la jocundia (ojo, no confundir con la jodienda) y está que se sale. En la orilla del río, acompañado de la corte celestial, ha recibido a la multitud y es lo que él dice:

--La gente se contenta con poco y detesta a los inteligentes, y se te acercan (en esta inflexión le sale la pompa de la boca) y lo que quiere es cariño y que la atiendan, que se sienta querida. ¿Usted sabe cómo quiere Monterde a los que pagan el IBI? Eso es p´a verlo. Y después la de Cultura, que es una cosa tremenda. Y bueno, qué voy a decir de Tráfico y Urbanismo. El otro día nos llegó un hombre que no quería que le asfaltáramos la calle, que quería un empedrao... Y se la hemos empedrao... Aquí estamos para dar gusto a todos, menos a los inteligentes.

Celdrán ha pasado unas horas inolvidables. Qué pena que si te tiras al río puedas coger una legionella, o una cagalera, pero por lo demás, Celdrán está contento de casi todos. Y ya estirándose los tirantes y para dar una idea de cómo avanza Badajoz, nos dijo:

--Y ahora haremos unos "arreglamientos" en las orillas del río.

Y es que Celdrán, cuando se pone, sólo le falta el bigote de peluquero de señoras.