TPtaco se lo decía a sus amigos para darles envidia:

--El día que me muera, mis cenizas serán aventadas en el mar en Benidorm donde tan feliz he sido con Leoncia discutiendo.

A los amigos les daba un escalofrío con esas palabras cada vez que se lo decía. Ellos tan apegados al terruño preferían estar unidos a la tierra de donde vinieron según el Génesis. Pero Paco, no los dejaba vivir:

--¿Y si no es verdad que estás muerto y te despiertas dentro de la tumba...?

El paseo de ocio en la estación de autobuses se enrarecía por segundos.

--Coño, déjanos en paz.

Paco soñaba verse mecido por las olas del mar, llevado y traído como un barquichuelo perdido en el océano, hasta que sus cenizas se hacían merluzas y pez espadas... Qué bonito.

Todo estaba preparado, y nada más morir, Leoncia y los niños se concentraron para llevar las cenizas de Paco, a Benidorm donde alquilaron una barquita. Se marearon todos, pese a lo emotivo del acto. Lo malo fue que al arrojar la urnita, a Leoncia le dio un pronto y la arrojó como se arroja a un padre de casa. Tres meses después, y estando una pareja de enamorados jurándose amor eterno en la playa de Gandía, un golpe de mar arrojó algo extraño en la playa que le fue a dar al enamorado en la cabeza. Era una urna conteniendo las cenizas de alguien desconocido. Eran las de Paco.

Cuentan que la familia Goyanes en momentos estrechos en la vida de la gran Mimi Muñoz, llegó a su casa un bote de Cola-cao procedente de Venezuela. Fue cuando Mimi les dijo a las Goyanes, hoy tomaremos Cola-cao, estamos de enhorabuena. Era el abuelo.

*Escritor