Días atrás comentábamos tres periodistas la resurrección del Pacto por el Ferrocarril, con la broma de fondo, en forma de música, del «Chacachá del tren», la canción de las hermanas Fleta a finales de los 50 que treinta años después rescató con mucho éxito El Consorcio, y que cuenta una aventura viajera y amorosa en el tren romántico Madrid-Lisboa desaparecido de nuestras vías extremeñas como el Lusitania Express.

No es para menos la chanza porque de aquel AVE que íbamos a tener en 2010, como primer anuncio pomposo, hemos llegado a donde todos sabemos, nada de nada aunque lo bueno es que ya no se molestan en prometer porque igualmente sabemos que poco de real hay a la vista de plataformas, vías, túneles, electrificaciones y sistemas de seguridad inexistentes para la alta velocidad.

En ese chacachá cansino pero gracioso, que hace cosquillas y adormece, pero que se presta más a la risa que a la sonrisa, andamos en este fin de verano donde algunos esperan ver en domingo la luz al final del túnel del bloqueo político y económico nacional, en forma de inspiración que nos vendría de los votantes vascos y gallegos.

Por fin han hablado Sánchez y Vara. El primero ha llamado por teléfono al segundo, para una «larga conversación» según el presidente extremeño, prefacio de lo que pueda ocurrir en el por fin convocado debate socialista, el comité federal del sábado 1 de octubre que va a resultar muy importante.

Aunque en ningún momento de su boca ha salido la palabra abstención, al presidente de la Junta, como en la mili, se le supone. Esta semana ha añadido una pista más, y es que la abstención no sería gratis, sin que hasta el momento hayamos tenido oportunidad de saber a cambio de qué, algo que sin duda puede reservarse para ese comité federal.

Un chacachá continuo del puño y la rosa; un vaivén acompañado de un ruido de fondo en esta España donde el PP, sabio y con ventaja, calla, con la sartén por el mango ya sean Rajoy o Feijóo, y las contradicciones inevitables afloran en un Podemos que se mueve entre la radicalidad de Iglesias, que no quiso un posible próspero pacto a tres bandas en primavera, y un Errejón más posibilista pero a la vez algo naif e ingenuo como bien le han criticado por la fallida campaña electoral de junio.

También días atrás un dirigente socialista extremeño comentaba a puerta cerrada que si en último término hay que abstenerse habría que hacerlo advirtiendo primero al elector de lo que se va a hacer. Haber obrado de otra manera está en el origen de la crisis profunda actual del socialismo español, sobrevenida por aquel pacto exprés de Zapatero con Rajoy para blindar en 2010 en la Constitución el que los acreedores extranjeros son los primeros en cobrar, por delante del sistema sanitario, educativo, o de seguridad social y dependencia españoles.

Muy probablemente vamos a terceras elecciones. El veto feroz de Ciudadanos a Podemos es uno de los elementos que nos conducen a ello. Y muy probablemente en diciembre el PSOE tendrá que anunciar a sus electores con antelación que si después de votar sigue la misma relación de fuerzas tendrá que abstenerse y permitir un Gobierno popular; por el contrario es poco probable que el PP ceda gran cosa.

Este chacachá agotador, pero que ha traído la virtud --pese al esfuerzo de la Liga patrocinada por el bipartidismo bancario-- de poner la política en el centro de la sobremesa nacional, discurre en paralelo al presente Guadiana doméstico que es nuestro Pacto por el Ferrocarril en el que, cuidado con las expectativas, se pueden jugar bastante Administración, sindicatos y empresarios al llevar a hombros un muerto, resucitado según el PP por conveniencias político-electorales del momento, al que como Melquiades se le puede enterrar y desenterrar sin mayores resultados.

Pero parece que por fin esta vez en serio, y nos veremos en Badajoz el 22 de octubre. Ahora, o nunca, Extremadura.