Como era inevitable, el referéndum en Venezuela degeneró en plebiscito: el presidente Chávez venció en el empeño de inscribir en la Constitución el principio de la elección ilimitada, de manera que la eventualidad de un presidente eterno abre una nueva etapa que implicará la radicalización del proceso de la revolución bolivariana de inspiración socialista. Frente a una oposición dividida y de pasado sombrío, incapaz de capitalizar su éxito en el referendo de hace 14 meses, cuando derrotó el primer intento de alterar la Constitución, el caudillo venezolano logró su propósito.

La crítica no recae sobre los resultados del referendo sino sobre los métodos para alcanzarlos, ya que los partidarios de Chávez llegaron a ocupar el ayuntamiento de Caracas, principal feudo de la oposición. Además de controlar con mano férrea todos los poderes del Estado, Chávez intimida o denigra a sus adversarios, acosa a los defensores de los derechos humanos y limita o suprime la libertad de palabra. Cuando la Human Rights Watch (organización defensora de los derechos humanos) publicó un informe sobre "la degradación de la democracia" en Venezuela, sus representantes fueron prácticamente secuestrados y enviados a Sao Paulo. La misma suerte corrió el eurodiputado Luis Herrero.