TDtetrás de cada bandera hay un financiero haciendo apuestas, así que he decidido contemplar el debate sobre la energía sin demasiado apasionamiento. Me asombra que hasta sabios que fueron líderes del movimiento antinuclear hayan cambiado de criterio, y no veo claro que cuando la mayoría de los países de Europa se apresta a invertir en energía nuclear nuestro Gobierno anuncie un plan para todo lo contrario. Me gustaría creer que nuestros socios europeos están empecinados en el error y nuestros inteligentes gobernantes siguen el camino verdadero, pero me cuesta mucho entenderlo. Me cuesta entender, por ejemplo, que mientras nosotros vamos a desmantelar plantas nucleares le tengamos que seguir comprando electricidad a Francia, procedente de centrales nucleares que están a pocos kilómetros de Barcelona. Quiero decir que es posible que nos libremos de morir a causa del accidente de una central nuclear española y podamos morir como consecuencia del accidente de una planta nuclear francesa, lo cual siempre resulta tranquilizador y representa un indudable avance. Constato que cada día hay más demanda de energía, y que España apenas tiene recursos propios, dependiendo de la ya citada energía francesa, del gas argelino y del petróleo de cualquier parte. Nos queda algo de carbón, cuya extracción sale a precio de lubina salvaje, y pagamos a escote y, encima, las centrales térmicas contribuyen con gran éxito a la contaminación atmosférica.

Depender en tal grado del petróleo, siendo un país desarrollado, nos convierte en una próspera empresa de transportes, que tiene que alquilar los camiones, y nunca sabe a qué precio se los van a alquilar.

Las fusiones, opas, asociaciones, compras y ventas del sector energético se parecen más a una discusión de chulos de putas que a un negocio de caballeros. Pero no sufro por ellos. Al que le van a subir el recibo de la luz va a ser a usted y a mí. www.luisdelval.com

*Periodista