Optó la semana pasada el presidente Monago por hacer una de esas recomendaciones suyas que, aunque parecen no tener destinatario cierto y suenan como inocentes reflexiones en voz alta, suelen estar más que orientadas hacia algún objetivo marcado. Sin que nadie preguntara, solicitó comparecer en nuestra emeritense Asamblea para dar informe de su gestión completa en esta legislatura, con fecha de caducidad próxima. Algo que, a su buen entender, tendría que ser una sana iniciativa de todos los presidentes, como un gesto de "rendir cuentas" ante la ciudadanía. O sea: votantes. Todo este afán regeneracionista y de transparencia, claro, anunciaban un golpe político. Uno más. Porque se podrá acusar de muchas cosas al Monago de esta legislatura, pero desde luego no de haber dejado el pulso político en manos de sus oponentes. Ni en sus momentos más bajos (el harakiri de Vara en forma de moción en su contra, las dudas de corrupción al calor de la ya archivada Canarias), ha permitido que la agenda de su gobierno la marquen otros.

Y así ha sido una vez más. Esta vez con un discurso plenamente político, disfrazado de gestión. Ha querido dotar a este discurso "de clausura" de la claridad y fortaleza que dan los fríos números. Cifras que han hecho de sobra su labor: ser "noticiables" y vestir de objetividad para poner en perspectiva la gestión popular.

Monago defiende que el Partido Popular ha cumplido con el 81,7% del programa electoral con el que se presentó a las elecciones. En total, 993 medidas, de las cuales un 62,94% están "totalmente cumplidas" y un 18,38% "en fase de ejecución". Así como un altísimo 99% de las 548 iniciativas surgidas a lo largo de la legislatura.

El baile de cifras no se frenó ahí, y lanzó sin duda la parte más innovadora de su exposición: no solo hemos cumplido lo prometido a quienes depositaron la papeleta con la gaviota, sino que hemos ido más allá. Tan allá como lo que dicen estos números: aseguró haber cumplido al 70% del programa del PSOE y el 47% de Izquierda Unida. Incluso, claro, el ubicuo Podemos estuvo presente como un espectro sobre el hemiciclo, y mencionó Monago el programa de "algún partido que no tiene representación en el Parlamento" y la asunción de sus medidas anticorrupción.

XES CURIOSOx pero creo que no soy el único que piensa que esa proclama de cumplimiento de otros programas lleva dentro un peligroso mensaje: la falta de diferenciación de ciertos partidos políticos. ¿O acaso un votante del PP estaría convencido de la labor de los suyos si cumplieran, por ejemplo, más del 50% de las propuestas de IU? Dejar ver que la naturaleza del enfrentamiento político puede tener mucho de imagen, no creo que ayude.

Creo que la profusión de cifras empachó un mensaje que quedaba más claro especificado de otra forma. Más "literal". Por cierto, que hasta Fernández Vara entró en el juego de cifras y pidió votar tras el discurso del presidente. La verdad: la propuesta no tiene sentido. Si el de Olivenza le ha cogido gusto a las mociones de censura, que las haga en su casa (política). Porque el Parlamento no es juguete ni un atril de frustraciones. Si lo que desea es ser parte de un jurado, que se dé un paseo por esos concursos tan de moda ahora. Porque lo que los extremeños pensamos de la gestión de Monago y la suya ya se lo haremos saber en mayo. Con números, por cierto. Ese y no otro es el lugar donde reside la crítica política.

Y decía antes literal, porque cuando entró la letra el mensaje empezó a funcionar. De hecho, cuando olvidó las cifras (y la búsqueda del titular) y ahondó en la letra más pequeña de su legislatura se mostró certero: Monago se refirió a la creación de empleo como "el mayor reto" de una gestión condicionada "en positivo" por IU. Acierta.

En mi opinión, el énfasis en cierto puntos oscureció el reflejo de los grandes aciertos de su legislatura: el difícil saneamiento de las cuentas públicas, el inicio de una inercia positiva con la (aún tímida) bajada de impuestos, dejar de lado el papanatismo cultural de la derecha y promover incluso con iniciativas de argucia publicitaria (eso sí, asterisco aquí a la patinada del pádel en el Anfiteatro). Y una ley de transparencia, que hay que aspirar a que dé frutos. Y por supuesto, gobernar con minoría y aplicando los matices de una bisagra en la izquierda.

Su acierto fue la letra. Toda la letra de ese discurso era para situarse en el centro político. Por dos razones: sabe que ello le garantiza una victoria... y que realmente ocupa dicha posición. Porque sí, está muy bien que un político no se olvide de cumplir su programa. Pero gobernar va más allá del sentido de los que pueblan tus filas. De hecho eso es la centralidad: gobernar para todos.