Cada mañana de nieblas observo el diálogo entre la cigüeña que reina en la copa del ciprés que adorna el jardín de la plaza presidida por el caballo estático de Hernán Cortés y la neblina, inquieta y movediza que en silencio lo invade y lo palpa todo.

--Inseparable niebla, parecía decirle la cigüeña, dime, antes de convertirte en gotitas de rocío, si es verdad lo que observo desde mi atalaya entre los hombres que van y vienen, entran y salen en oficinas, bancos y negocios.

--La niebla confidencialmente se desahogó contándole el desamparo de los hombres cabales y como se premia la adulación y cualquier tipo deshonesto de la rica flora servilista. Todo lo bueno más allá de lo que consientan los sistemas políticos, sociales, económicos y hasta religiosos, tropieza con la obstrucción de algunos, la indiferencia general y la artera disuasión de los que vocean ser amigos. No sólo abortan en este país a un niño, según las estadísticas, cada siete minutos, y, de esto, vosotras las cigüeñas sabéis mucho, pues os estáis quedando sin trabajo, sino que en cifras incalculables por segundo abortan también a hombres nuevos y cabales, y están llenando este país de sietemesinos conformistas.