TEtl ministro de Defensa es contundente. Si dice que va a traer información a la Cámara legislativa, es que va a traerla. Y la trajo. Aunque las dudas sigan cabiendo: ¿para qué estamos en Afganistán? ¿Para apoyar un absurdo proceso electoral, que nada tiene que ver con la democracia? ¿Para ejercitar una labor humanitaria que muy poco tiene de tal? El caso es que, en la comparecencia de este pasado miércoles ante la comisión de Defensa del Congreso, José Bono no halló más protestas a la presencia de tropas españolas en Afganistán que la de Izquierda Unida y algún grupo minoritario en los escaños del Mixto. Todos los demás, incluyendo al ´socio´ Esquerra Republicana de Catalunya, apoyan la estancia de soldados de España en las inhóspitas tierras afganas.

Un segundo punto crucial: la caída del primer helicóptero, que causó diecisiete muertos, ¿fue accidental o se trató de un atentado de los insurgentes afganos? Bono, hábil y que escuchó muchos más elogios que críticas a su intervención, no quiso descartar del todo el atentado, pero abonó, con fotografías e infografías elaboradas por Defensa, la tesis del accidente. De sus demostraciones se desprendía algún error por parte del piloto --no está claro quién pilotaba aquel primer aparato siniestrado--, pero ello nunca fue explicitado por el ministro, implacable en su lógica defensa del estamento militar en su conjunto.

La comparencia tuvo algunas novedades informativas, aunque de segundo orden. Y, aunque, como digo, restan preguntas cruciales, fue un éxito personal y político para un Bono que se ha dado prisa en aportar datos, comparecencias, explicaciones y que ha tenido, eso sí, algún exceso en su política de imagen. Pero incluso eso podría ser explicable en un político. Lo peor de la interesante --cinco horas y media, casi-- sesión parlamentaria agosteña del miércoles fue el exceso de politiqueo; a Zaplana, el portavoz popular, no le dejaron responder a algunas insinuaciones envenenadas de su rival, pero amigo, el socialista Pérez Rubalcaba. Se abusó del ´y tú, más´. Se entró en lo marrullero. El PP, atado de pies y manos por lo que hizo, tan mal, en Irak, no pudo decir lo que piensa realmente de la permanencia de tropas de nuestro país en Afganistán. Convergencia, que busca acercamientos catalanes a los socialistas, aduló sin rebozo a Bono. Esquerra, poco menos. El PNV estuvo casi ausente. Así, la única oposición real a lo que está ocurriendo en Afganistán quedó en manos de Izquierda Unida, poco convincente, aunque sincera, en sus andanadas, cautas andanas, que al fin sigue siendo socio beneficiado por los efluvios del poder de Zapatero.

Y, así, una vez más el debate parlamentario se quedó bordeando, pero no asumiendo de pleno, las grandes preguntas en la calle. Y hoy, se me antoja, y quizá no gratuitamente, que una de esas grandes preguntas es si España debe o no seguir en una tierra en la que nada se nos ha perdido, en la que el mes próximo se va a emprender un simulacro de elecciones para mayor gloria de la superpotencia que todo lo ordena o desordena. De eso, claro, nadie dijo nada en la larga sesión de la comisión congresual.

Una de las grandes preguntas que hay que hacer es si España debe o no seguir en una tierra en la que nada se nos ha perdido, en la que va a haber un simulacro de elecciones para mayor gloria del país que todo lo ordena o desordena en el mundo