Ha unas semanas fuimos a ver Mapa de los sonidos de Tokio , la última película de Isabel Coixet , de quien recordábamos un par de trabajos interesantes. Al salir del cine, mi mujer me preguntó qué me había parecido. "Es la nada con rebocina orientaloide", le respondí. Y dejamos el tema. Algunos días después --y bien es cierto que sin tener noticia alguna de ella--, fuimos a ver Flores negras , un thriller del para nosotros desconocido David Carreras . A la salida, se repitió la pregunta: ¿Qué te ha parecido? "Mucho jaleo para nada", fue la respuesta. Y, acto seguido, me sorprendió constatar que había utilizado la misma palabra para valorar las dos últimas películas españolas vistas: nada. No pretendo sugerir con ello que el cine español sea la nada --toda generalización es siempre errónea--, pero sí creo que, con el actual sistema de promoción, abundan cada día más las películas que, pese a su más que discreta factura técnica y --por lo general-- excelente interpretación, carecen del más mínimo interés: ni por la historia que cuentan --trivial y desnortada--, ni por el ambiente que reflejan --captado con superficialidad y abuso del tópico--, ni por los personajes que ponen en pie --puros fantoches trazados con un solo rasgo--.

En las dos citadas películas se aprecian claramente estas características. Las historias narradas son anodinas y sobadas; resulta evidente que los ambientes han sido captados sin haber profundizado en su entraña; y los personajes no son más que muñecos del guiñol. En el fondo, más que películas, son cómics con estética de anuncio publicitario pretencioso y unos protagonistas que para sí quisieran la consistencia que tuvieron, en su día, el Guerrero del Antifaz, Diego Valor y Roberto Alcázar y Pedrín.

Pese a todo, quizá esta crítica sea excesiva por cuanto el cine español no es más que el reflejo de la sociedad española, en la que es notoria la presencia de bastantes paletos que disfrazan con unas gotas de cosmopolitismo el hecho de no haberse sacudido aún el pelo de la dehesa. A fin de cuentas, solo se puede hablar con sentido de lo que se conoce bien o se ha vivido.