Sería una sorpresa política mayúscula que de la entrevista que esta tarde mantendrán en el palacio de la Moncloa el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el jefe del Gobierno vasco, Juan José Ibarretxe, saliera algo más que una educada pero firme declaración del primero en el sentido de que no acepta los planteamientos del segundo, y una proclama de este prometiendo a los vascos que, a pesar de todo, llegará el día en que serán dueños de su futuro.

Zapatero recordó ayer lo que ha venido anunciando desde que Ibarretxe presentó su nuevo plan: que no puede entrar a debatir una iniciativa ("ni siquiera es una propuesta", dijo tajante) que en realidad abre la vía a una consulta, de tono secesionista, que solo puede realizarse con la autorización del Gobierno central, según está consagrado en la Constitución. Además, el líder socialista va a insistir en la tesis, muy manejada a propósito del fenecido primer plan Ibarretxe, de que la nueva hoja de ruta prevista por el lendakari se ha establecido de forma "unilateral", es decir, con el respaldo de los partidos nacionalistas y en contra de los constitucionalistas, el PP y el PSE.

Un factor no desdeñable estará presente en el encuentro de hoy: se produce dentro de un marcado clima preelectoral, lo cual es una circunstancia que también aleja la posibilidad, por si quedaba alguna, de algún punto de encuentro en un asunto tan sensible como es el derecho de autodeterminación. Y es que para Zapatero, la actitud de firmeza le resulta muy rentable, después de una legislatura en la que solo ha estado contra las cuerdas por el debate territorial y el diálogo con ETA. En este contexto no es extraño que el líder de la oposición, Mariano Rajoy, se haya apresurado a exigir al presidente que su oposición al nuevo plan de Ibarretxe sea "por convicción y no por razones electorales". También en el otro lado, en el de Ibarretxe, cuentan los cálculos electoralistas. No en vano, la apelación al derecho de los vascos a decidir su futuro es central para el nacionalismo vasco, que puede por la vía del soberanismo arrancar muchos votos --decisivos, tal como es el mapa electoral del País Vasco-- a la maltrecha izquierda aberzale, zarandeada por las últimas decisiones del juez Baltasar Garzón.

En cualquier caso, es positivo que Zapatero reciba a Ibarretxe y que las profundas diferencias de criterio entre ambos se manifiesten de forma serena, aunque el encuentro se lleve a cabo en contra de los criterios del PP, al que le ha gustado siempre mantener una actitud displicente ante este tipo de iniciativas, por más que sean después esas actitudes las que menos convienen a la hora de apaciguar tensiones centrífugas. El rechazo al plan Ibarretxe en el Congreso de los Diputados el 1 de febrero del 2005 fue un ejemplo de cómo una democracia debe debatir cualquier proyecto, y desactivarlo por métodos parlamentarios, por más discutible que este sea.