En Cáceres, el problema del hotel Atrio no preocupa a los consumidores sino a los ciudadanos. Cuando el consumidor ejerce su condición, no tiene por qué pensar en el otro.

Con el ciudadano sucede todo lo contrario, no puede ser indiferente, frente al otro, a la forma de hacer ciudad; lo cual a la vez, no depende únicamente de los políticos sino principalmente de quienes delegan en ellos su confianza por un corto período, es decir de quienes los eligen. Es la esencia de la democracia. Pero, más allá del cumplimiento formal que se cuantifica en las urnas, entre nosotros la calidad democrática debe mejorar. Ello dependerá de las dos partes. Desde luego, más de los electores que delegan su representación en los políticos, que de éstos. El poder no existe si no hay sumisos.

Hace muchos años un grupo de arquitectos visitamos las obras que J. M. González-Valcárcel ejecutaba en el extraordinario recinto amurallado de Cáceres. Hoy es patrimonio cultural de todos los ciudadanos del mundo; por eso es que debe disponer de instrumentos urbanísticos (Plan de Protección, Normativa, etcétera) rigurosos, exhaustivos, con un soporte doctrinal y teórico sólido y actualizado. No sólo una doctrina (cartas) de soporte. Está cerca de lo inalterable. Tampoco un soporte únicamente de teoría (derecho de cada época a enriquecer el patrimonio material de la ciudad); en cuanto a la ciudad (Carta de Atenas) y a la arquitectura (Movimiento de Arquitectura Moderna). Antes había varios maestros pero un solo conjunto de principios teóricos. A los cinco de Le Corbusier se añadieron veinte más. La arquitectura actual carece de ellos, tiene tantas teorías cuantas marcas famosas de arquitectos existen. Las marcas (Koolhaas, Calatrava, Hadid, Ghery, etcétera) se generan para facilitar el consumo; rara vez para estimular la civilidad. Una de ellas hace apología de la especulación inmobiliaria. Se ha generado una especie de teoría a la carta (conveniencia) que relativiza y hace preponderante la subjetividad de quien proyecta.

XVIVIMOS TODAVIAx las consecuencias de la ruptura del diálogo entre lo nuevo y lo antiguo que provocó aquel movimiento moderno. Lo prueban las profundas cicatrices en las calles y el parcelario de la ciudad (Sevilla, calle Imagen, Corte Inglés) y la ciudad actual que es cada vez más fea e inhóspita. También en Cáceres. Recuperar ese diálogo con suficientes dosis de civilidad es cada día más difícil por culpa del lucro y de la pérdida de conciencia ciudadana. Es una constatación, no doy una opinión. Es lo que también hice después de leer EL PERIODICO (29.07.10). Fui a constatar lo que se ha hecho en el hotel Atrio. He preferido no leer el Informe del Icomos. He visto la secuencia fotográfica. Con esta intervención, el tejido urbano del conjunto no ha ganado aunque se generen 50 empleos. Eufemísticamente se dice que se ha vaciado la parcela; el muro exterior, estéticamente no ha ganado. Es irreversible. Lástima que después no pude llenar una hoja de reclamaciones para quejarme de lo que había visto. No hay derecho, me dijo un escultor en la Escuela de BBAA con quien charlé mientras él terminaba el busto del maño Jesús Usón . Un extremeño, propietario de un cyber, ni siquiera conocía dónde estaba San Mateo. Hemos cumplido escrupulosamente con la normativa, me describió durante 45 minutos un colega del ayuntamiento (no podía, no puede ser de otra manera), el vicepresidente del Icomos, un distinguido geógrafo tiene una opinión a favor del hotel; la presidenta respalda un informa contrario; el COCAC "visó el proyecto" y punto, me respondieron por teléfono. Leo en internet: "Ni los promotores, ni los arquitectos, ni los miembros de la comisión de seguimiento del Plan Especial, ni los colegios profesionales, ni los partidos políticos, ni colectivos ciudadanos o sociales han roto una lanza a favor del proyecto". Me imagino el disgusto de Toño Pérez . Menos mal, ha provocado una situación de la cual nos podemos beneficiar todos. El hotel por la publicidad que acompaña a la polémica, los ciudadanos porque se comprometen con su ciudad y tienen oportunidad de aportar sus opiniones, los técnicos porque habrán aprendido que este tipo de proyectos, más que de las normas dependen de la sensibilidad, más que de la técnica, del arte, de la cultura; más que del deseo de inmortalidad del proyectista, de la humildad con la que debe aproximarse a un producto cultural tan sensible como es el Patrimonio de la Humanidad en Cáceres. Por respeto, bien podía mimetizar lo más posible sus aportes; los políticos porque pueden convertir esta situación en un ejercicio de pedagogía cívica y política que recupere el sosiego ciudadano. Bien pueden conseguir que se reordene lo que yo llamo la quinta fachada (cubiertas) con el fin de conseguir una mejor integración al conjunto. Los elementos extraños no harán perder la calidad arquitectónica que los proyectistas seguramente han buscado. Tienen mucha experiencia y- sensibilidad. Lo harán por la ciudad.