La restricción del tráfico en la ciudad monumental cacereña cumple un año. Desde entonces, un sofisticado sistema de control y vigilancia regula el paso de vehículos a la zona intramuros con el único propósito de reducir la circulación rodada en la zona y perseverar en la conservación del enclave urbano más vulnerable de la ciudad.

En este tiempo han sido muchas las luces y sombras que se han dado en la aplicación de un sistema pionero en Extremadura y que ya ha despertado el interés de otras poblaciones preocupadas en proteger su casco viejo, como es el caso de Plasencia. Sin embargo, y pese a la conveniencia de seguir en la misma línea, antes de ampliar las restricciones sería razonable dar solución a cuantos problemas se han derivado a raíz de su puesta en marcha, tanto desde el punto de vista técnico, social o económico. La restricción del tráfico corre el riesgo de convertir estas zonas en ciudades museo sin más actividad que la mera observación. Cotejar los viejos errores y solventarlos resulta necesario para garantizar que la aplicación de futuras medidas obtengan el fruto deseado, que no es otro que la conservación de un patrimonio que es el de todos.