Quienes, aparte de animar el enfrentamiento entre partidarios y enemigos de la asignatura más famosa del sistema educativo español, quieran enterarse y profundizar algo en el tema lo primero que descubrirán es que los enemigos de la EpC (Educación para la Ciudadanía) se han llevado ya el gato al agua.

¿Por qué? Porque quienes temían que con esta asignatura sus hijos serían unos libertinos habituados al disparate sexual y defensores del matrimonio de gays y lesbianas han conseguido que nada de esto aparezca en el programa, o sea, los asuntos sexuales apenas aparecen sugeridos en los decretos.

Probablemente a algunos les hubiera gustado lo contrario para tener carnaza publicitaria. Sin embargo, lo más agresivo de EpC es cuando en uno de sus objetivos, el sexto, pide que hay que "valorar la diferencia de sexos y la igualdad de derechos entre ellos", pero, pregunto, ¿no estamos todos de acuerdo en este punto?

Hay algunas falsedades que, cuando se usan con conocimiento de causa, se convierten en mentiras: se confunde el legislativo con el ejecutivo, no es verdad que todos los católicos ni todas las organizaciones próximas a la Iglesia estén en contra de esta asignatura y tampoco es verdad que con ella se pretenda ningún totalitarismo. Sí podría ser, quizás, un leve antídoto contra la única doctrina que ha funcionado en España tanto con gobiernos monárquicos y dictaduras varias como en períodos liberales, republicanos y posmodernos, y todos sabemos que esta doctrina no se deja en manos de ateos ni siquiera agnósticos, mucho menos en manos de ese variopinto grupo de profesores que va a impartir EpC. Los alumnos no son tontos ni los profesores altavoces conectados al Gobierno de turno .

XESTAS CUESTIONESx se estudiaban hasta ahora con los llamados temas transversales , en Filosofía, en temas de constitucionalismo en Ciencias Sociales y, más aún, en Etica; pero ahora se han empeñado algunos en insistir en el concepto ciudadanía que, dicho en griego en vez de en latín, no es otro que el de Política y como tal viene impulsado por la UE. Así, en vez de dar alguna hora más a las materias que impartían estos contenidos, se disgrega el curriculo, lo imparte cualquiera a quien le falten unas horas para cubrir el horario y todo sigue igual, pero peor.

Dicho de otra manera: el falso debate plagado de insultos más que de razones está consiguiendo matar esta asignatura antes de ver lo que da de sí, y el puro circo mediático y arrabalero viene a constituir, en mi opinión, una nueva prueba del fracaso más absoluto del sistema educativo español . Aquí siempre hubo una doctrina en la que velis nolis nos han educado a una inmensa mayoría y ni los progres, ni los socialistas, ni los demócratas a secas, han conseguido implantar realmente un modelo alternativo laico y universal similar al que en países de nuestro entorno funciona hace años sin que sus ciudadanos sean por ello más ateos ni más delincuentes que nosotros.

Conviene recordar que la Etica apareció cuando no hace mucho algunos niños y padres no querían Religión, que era la única asignatura que se dedicaba a estos contenidos educativos; luego se hizo común y obligatoria como una Etica dialogante a la que cada alumno podía añadir, si quería, enseñanza religiosa (pagada por el Estado a los profesores que elegía el obispo, como ahora) y aceptada en comunidades autónomas gobernadas por el PP. ¿qué es lo que pasa ahora, entonces? Alguien podría creer que el ministerio en vez de coger el toro por los cuernos y copiar el modelo francés, por ejemplo, organiza una reunión interinstitucional donde están presente Cáritas y otros colectivos confesionales católicos, logra que se pongan de acuerdo y, a pesar de ello, se monta este fenomenal barullo.

Habrá que decir que el guión de esta película no es nuevo ni siquiera en Extremadura; pero ¿quién se acuerda aquí de cuando Tomás Romero de Castilla, Walda Lucenqui, Miguel Pimentel, Anselmo Arenas y otros católicos liberales, en el Badajoz de 1890 defendían la necesidad de la enseñanza laica en El Diario de Badajoz o en El Magisterio Extremeño ? Si repasáramos las hemerotecas veríamos que quienes se sentían agredidos entonces, aparte de llamar de todo en su prensa --como ahora-- a aquellos promotores de la Institución Libre de Enseñanza y otras Ligas de profesores progresistas, se atrevían a culpar a la enseñanza laica de cualquier caso de violencia o inmoralidad escolar.

Pero estas personas no gustan de razones sino de improperios contra todo el que disiente y exige el derecho a pensar de otra manera. Como sabemos la raíz profunda de esta dogmatismo se llama miedo. Miedo a la libertad. Y yo creo que de la historia podemos sacar una enseñanza útil y conciliadora: se puede hablar con un creyente, pero no con un inquisidor, y esto hay que enseñárselo a los alumnos.

*Doctor y catedrático de Filosofíaen el IES Hernández-Pacheco