TDte vez en cuando algunas frases se suben a la actualidad y se repiten continuamente: "Hemos matado al ciudadano" se repite ahora, agavillando cierto neoexistencialismo. Cuando la oigo me viene a la cabeza la anécdota aquella de Gabriel García Márquez, que se había negado a visitar hasta entonces España. Su trashumancia terminó cuando Mercedes, su esposa, entró en una farmacia y cogió un paquete de algodón.

--Mire, señora, --le dijo el boticario--: coja más bien aquel paquete: es tan bueno como el que tiene usted en la mano y cuesta la mitad.

Mujer, dijo Gabo, que seguía la escena desde la puerta, nos quedamos a vivir en este país.

La anécdota, referida por Echenique, pudiera constituirse en acta notarial de la supervivencia ciudadana, a pesar de que hoy el espíritu de la civilidad desfallezca en manos de la mentira, el parasitismo, la competitividad y el intervensionismo como modos de regresión a la biología evolutiva de la lucha sin cuartel.

Sin embargo, la armonía se renueva cada vez que tropezamos con un honrado boticario, un honesto cura, un taxista solidario, un fontanero sin chapuzas, un profesor diligente o un camarero correcto: ellos con su limpia y diaria honestidad mantienen viva la savia ciudadana de este país.

Yo también me quedo.

*Filólogo