WLw as multitudinarias manifestaciones de ayer en Madrid y Bilbao no han podido desvanecer la sensación de que la ruptura de la tregua de ETA ha ahondado la división política a causa de la ausencia del PP. A pesar de que los organizadores de ambas protestas han hecho cuanto ha estado en su mano para que se convirtieran en actos unitarios, al final el clamor contra ETA no ha podido contar con el concurso de los conservadores, empeñados en no apartarse del guión escrito por ellos mismos.

Ibarretxe ha accedido a rectificar sobre la marcha para obligar a Batasuna a condenar la violencia o ausentarse de la manifestación, y, al mismo tiempo, para franquear el paso a los renuentes populares vascos. El PSOE ha dejado que fueran los sindicatos y otras organizaciones cívicas las que llevaran la iniciativa en la convocatoria de Madrid, sin otro propósito que acercar al PP a la marcha. Y los organizadores han aceptado cambiar el eslogan e incorporar la palabra libertad al eslogan para que ello fuera una realidad.

Es imposible exigir más gestos y esfuerzos en pro de la unidad. Pero, a pesar de ello, todo ha sido en vano. Rajoy cometió ayer el error más grave desde que encabeza el PP. Nos consta su sinceridad cuando afirma que también él cree que los cálculos electorales deben estar ausentes de la lucha antiterrorista. Pero después de no acudir a la manifestación de ayer, pese al importantísimo gesto del cambio de lema, error al que parece que le precipitaron sus asesores y sus mentores mediáticos, ya casi nadie puede creerle.

Que Batasuna estuviera ausente de las calles de Bilbao en cuanto se cambió el eslogan --Por la paz y el diálogo. Exigimos a ETA el fin de la violencia-- formaba parte del guión. Que el PP no haya acudido a ambas citas es, además de lo dicho, una muy mala noticia para esta amplísima franja social que cree que cualquier camino legítimo que conduzca a la paz debe explorarse, siempre que en la operación queden a salvo la ley y la dignidad del Estado.

Dicho de otra forma. La coincidencia del independentismo vasco con el PNV no pasaba de ser un movimiento táctico de los aberzales. Pero los esfuerzos puestos a contribución de la causa de la paz por los partidos vascos han constituido un gesto elocuente de hasta dónde están dispuestos a hacerse concesiones mutuas y a dejarlas a salvo de la presión que sobre todo el proceso ejerce el mundo de Batasuna. Si otras veces ha cabido tachar de tibios o ambiguos al lendakari o al PNV, en esta ocasión sería injusto hacerlo.

En cambio, esta predisposición a la flexibilidad para preservar la unidad de acción se ha echado en falta en el campo del PP en los preparativos de las manifestaciones de Madrid y Bilbao. Entra dentro de lo lógico que los líderes de Batasuna den por bueno cualquier pretexto para apartarse del bloque de los partidos democráticos, pero resulta más preocupante que los populares se encierren en sus propias convicciones porque agrava los efectos del desafío de los terroristas.

Con estos mimbres, el debate que mañana acogerá el Congreso parece destinado a reproducir la pelea de gallos a que el PP quiere reducirlo. Si Rajoy hubiese estado en la manifestación de Madrid, quizá cabría esperar de él las maneras de un líder conservador moderno, pero ahora esta posibilidad se ha esfumado.