Hay profesiones y actividades que han encontrado en la crisis económica y sus perversas consecuencias una palanca de crecimiento. Es el caso del coaching, anglicismo que procede del verbo inglés to coach, "entrenar", y que se refiere al método utilizado para "acompañar, instruir y entrenar a una persona o a un grupo de ellas, con el objetivo de conseguir alguna meta o de desarrollar habilidades específicas".

En los tiempos de voraz competitividad, el coach, el entrenador, se convirtió en una figura habitual entre directivos y altos ejecutivos que se pagaban técnicas de autoconfianza muchas veces para sobrevivir en la selva del mercado y, de paso, mejorar las cuentas de resultados propias y de sus grandes compañías. Pero los devastadores efectos de la depresión económica en el mercado laboral, que ha dejado una legión inmensa de desempleados en la cuneta, ha hecho que el coaching se abra paso también entre los parados, especialmente los de larga duración que han visto agotadas todas las vías y que acuden a estas técnicas de gestión de las emociones para reforzar la autoestima y seguir en la carrera detrás del ansiado empleo.

La contundencia de las estadísticas explican en parte el fenómeno. En el segundo trimestre de este año, 2,3 millones de personas buscaban infructuosamente empleo desde hacía al menos dos años, lo que significa el 42% de los 5,6 millones de parados contabilizados por la Encuesta de Población Activa.

Para esta enorme bolsa de parados las habituales formas de buscar empleo, como los contactos con familiares o amigos, portales de empleo en internet, webs de las empresas, las ETT... se revelan casi imposibles, especialmente en los desempleados mayores de 45 años.

No hay duda de que la mejor solución es que el mercado laboral despierte de verdad de la cruel pesadilla del paro masivo y crónico que está afectando a la sociedad española. Pero, hasta que la mejoría real llegue, son precisas Políticas Activas de Empleo específicas para estos colectivos más vulnerables. Y ante el creciente fenómeno del coaching para parados, sería aconsejable que las instancias públicas intervinieran con menos timidez que hasta la fecha regulando las ofertas privadas y públicas de esas ayudas -que no solo han de ser emocionales- para evitar que, sin puertas en el campo, aterricen desalmados con ánimo de hacer negocio con las esperanzas de los desempleados.