El atentado contra un vehículo norteamericano en Gaza, en el que murieron ayer tres agentes de seguridad de Estados Unidos, no sólo constituye el primer ataque contra un blanco estadounidense dentro de los territorios palestinos, con el salto cualitativo que esto representa en la escalada de violencia de Oriente Próximo. Refleja también la inoperancia de Yasir Arafat y de Ahmed Qurei ante los planes de los grupos armados palestinos.

Este ataque demuestra asimismo que la política belicista de George Bush y de Ariel Sharon no es, ni mucho menos, la receta más adecuada para combatir el terrorismo. Israel insiste machaconamente en que el presidente palestino es el culpable de las acciones extremistas, pero lo que menos le interesa al rais es abrir un nuevo frente contra los estadounidenses, cuando sólo la Casa Blanca puede conseguir que el Gobierno israelí contenga su estrategia de tierra quemada en las zonas ocupadas.

Ahora, Washington tendrá una nueva excusa para justificar sus vetos en el Consejo de Seguridad y convertir el acto terrorista de ayer en coartada de una nueva espiral de violencia. Es decir, para actuar exactamente como desean los que se oponen a una salida pacífica al conflicto de Oriente Próximo.