El Código Mundial Antidopaje nació ayer en Copenhague con el apoyo de 72 gobiernos y todas las federaciones deportivas internacionales. La lista de sustancias prohibidas, los criterios para declarar un positivo y las sanciones se unificarán y se aplicarán sin excepciones. Los estados firmantes se comprometen a modificar sus leyes en los próximos años, lo que abre un largo y complicado proceso. Es un gran paso para conseguir la limpieza del deporte y evitar que unos cuantos sigan jugando con cartas escondidas en la manga.

Aunque EEUU se ha sumado al código, las poderosas ligas profesionales de este país, que ahora no ejercen el más mínimo control sobre sus deportistas, no parecen dispuestas a someterse a él. De no ceder, la consecuencia sería que EEUU no pudiese organizar Juegos Olímpicos, como los hipotéticos Nueva York-2012, o mundiales (ésta es la principal arma que esgrime el COI para imponer el reglamento), y que las estrellas de la NBA dejasen de participar en estas competiciones. Falta ver si el gran negocio televisivo y publicitario que envuelve al deporte, y del que dependen desde la última federación deportiva hasta el COI, permite que se apliquen estas sanciones.