Las cofradías de Plasencia han amagado con suspender las procesiones si antes el Ayuntamiento no les abonaba 44.000 euros comprometidos en concepto de subvención, 20.000 euros correspondientes al año 2007 y 24.000 del año 2009. Finalmente, el Ayuntamiento ha accedido a pagar la cantidad comprometida para el año pasado y se espera que los desfiles procesionales salgan a la calle con normalidad.

De este conflicto cabe concluir, en primer lugar, que los compromisos hay que cumplirlos: si el ayuntamiento aprobó las partidas mencionadas, como así hizo, no hay razón para hacerse el remolón y dejar que el tiempo se eche encima y cuando ya se ha invertido ese dinero en diferentes obras. Además, las dilaciones de la alcaldesa placentina para recibir a los responsables de las cofradías no han ayudado a desactivar un conflicto que ha tenido en vilo al sector placentino de los servicios, que ve en la Semana Santa una de las épocas de mayor negocio.

Sin embargo, el enfrentamiento entre cofradías y ayuntamiento también pone de manifiesto la inclinación perversa, no solo de estos colectivos, de que las actividades que se programan por afición o por devoción tienen que ser necesariamente subvencionadas. En este sentido, el enfoque de las cofradías de condicionar las procesiones a la llegada de la ayuda municipal deja en mal lugar la intención piadosa que les mueve. Seguro que hay formas de conmemorar la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo con la mayor de las devociones y sin apelar al erario público.