Contados eran los articulistas que no seguían atizando la crisis de la Comunidad de Madrid. Uno era Francisco Umbral, que con su inveterado desparpajo --¿o es algo más?-- felicitaba a un amigo: "En estos días ha cumplido 82 años Luis Berlanga. Para una de las pocas cosas que sirve esto de tener una columna de prensa es para felicitar a los amigos pronto y gratis", se arrancaba para confesar al fin: "Nunca me atreví a escribirle un guión". Otro era Antonio Gala, que tronaba así: "El señorín Aznar no acepta hacerse responsable de nada, ni por vía directa ni indirecta. El chapapote, los accidentes de Renfe, los fracasos del AVE, los excesos y defectos de la ley de enseñanza, las ausencias en investigación y tecnología, una guerra por unas armas de destrucción masiva quizá representadas por los palacios de Sadam y no por otra cosa, la tragedia de los aviones podridos, el precio de la vivienda... Nada".

Y Julián Lago (La Razón), que despotricaba del debutante caído en las urnas ante Bono, Adolfo Suárez Illana, el hijo del expresidente de UCD: "Así que después de haberle enviado el toro al corral, a Suárez Illana, en los carteles ´El Niño de Suárez´, en la política ´El Fugaz´, no se le ocurrió otra cosa que reclamar todo el poder del PP de Castilla-La Mancha para sí, porque, si no, se cortaría la coleta... Pues no pedía nada el chico de Adolfo... Anda que no le falta nada... Bono es un hombre de Estado; el otro, el chavea de Adolfo, nada más". La tesis la afinaba un suelto editorial de El Mundo: "No está a la altura del expresidente... Nunca Suárez padre hubiera abandonado a las primeras de cambio".