Los comerciantes de la calle Menacho de Badajoz, una de las vías comerciales más importantes no solo de la capital pacense, sino también de la región, se han puesto en pie de guerra contra el ayuntamiento porque la gran obra que se está acometiendo en esa calle y en otras próximas, eliminando las aceras para hacer más cómoda la visita y sustituyendo las conducciones de agua, electricidad, gas, telecomunicaciones, etc. por otras nuevas, incluye también plantar árboles. Y los comerciantes no quieren árboles. Argumentan que entorpecerán la visión de los escaparates, que habrá más suciedad, que las raíces acabarán ondulando el suelo, que se resentirá el microclima...

La protesta es legítima, faltaría más, y quizás insólita porque pocos elementos humanizan más la ciudad que los árboles. Pero sobre todo esa protesta es corporativa. La calle Menacho, dicho está, es una gran calle comercial, pero no solo es comercial. Allí viven también muchas personas que nada tienen que ver con el comercio. Y, además, es una calle de una ciudad; es decir, de todos los que en ella viven. Los comerciantes han recibido del conjunto de los vecinos muchas atenciones. Basta ver la envergadura de la renovación que está sufriendo esa vía y otras próximas, que se paga con más de dos millones salidos de los impuestos. Por eso cabe exigirles que piensen en los demás, para los que los árboles mejoran la calle.