TEtn torno al solsticio de invierno se han ido ubicando a lo largo de la historia un sinfín de celebraciones que en el mundo llamado occidental han acabado reduciéndose a una explosión de consumo con grandes dosis de irracionalidad. Ese consumo puede ser inconsciente o puede ser convertido en un instrumento de solidaridad como son los productos del llamado comercio justo, que garantizan que en la producción de los mismos se ha pagado un salario decente a los trabajadores. Las redes solidarias de consumidores concienciados pueden lograr la supervivencia de productores como los del café, que antes tenían que malvender su producción a las multinacionales.

Este ejemplo nos debería hacer reflexionar sobre los niveles de exigencia que tenemos cuando vamos de compras, donde nos importa más la calidad o el precio del objeto que la calidad de vida de quien lo produce. La adquisición de productos baratos y producidos en condiciones de semiesclavitud no es ni siquiera un acto caritativo con los explotados porque sólo sirve para reforzar ese sistema cruel. El comercio justo tal vez nos haga rascarnos un poco más el bolsillo pero estaremos ayudando a construir dignidad, algo que no tiene precio.

*Profesor y activista de los

Derechos Humanos