WLwos aspectos bilaterales de la visita a España del presidente de Rusia, Vladimir Putin , quedaron algo eclipsados por la llamada guerra de las caricaturas y por la aparente discordancia entre su oposición a negociar con terroristas y el afán apaciguador de Rodríguez Zapatero . Aun así, la visita a Madrid parece haber suavizado un poco la postura de Putin, hasta el punto de que su viaje concluye con una invitación a Hamás para que acuda a Moscú. Con ello, el presidente intenta que Rusia recupere en Oriente Próximo el nivel de influencia que tuvo la URSS. En lo económico, los contactos han servido para que Zapatero subrayase lo necesaria que es Rusia para la estabilidad energética de Europa y para intentar estrechar las relaciones empresariales entre los dos países. La riqueza rusa en materias primas es un gran aliciente para hacer negocios, pero Putin no logra despejar las persistentes incógnitas que hay sobre el respeto de la sociedad rusa a las leyes del mercado y sobre la seguridad jurídica de las operaciones comerciales que se efectúan allí. Tampoco está claro el modelo global de la relación económica entre esta gran potencia y el conjunto de la UE, pese a que carezcamos de alternativa al suministro de su gas siberiano.