El cantante colombiano Juanes, un icono de la música latina y con cientos de miles de seguidores en España, reunió el pasado miércoles en Cáceres a unas 3.000 personas, de las que únicamente 2.200 pagaron su entrada. El ayuntamiento, organizador del concierto, había puesto a la venta 11.400 entradas. Ha tenido que pagar 300.000 euros y, aunque los datos oficiales no se han dado a conocer, las entradas vendidas debieron suponer un ingreso de alrededor de 60.000 euros, toda vez que cada una de ellas costaba 27 euros (30 en la taquilla del hípico el día del concierto).

La concejal de Dinamización, María José Casado, se ha defendido de las críticas señalando que traer a Juanes a Cáceres no era un negocio, sino "una apuesta". Así debía ser porque, solo en el caso de que se hubieran vendido todas las entradas la recaudación habría alcanzado para cubrir los gastos.

La filosofía es acertada: el ayuntamiento no puede tener un sentido comercial, sino cultural; de ahí el asequible precio de las entradas, que ha sido la mitad que en los siguientes conciertos del cantante.

Pero, lo mire por donde lo mire la concejal Casado, no hay lugar para la satisfacción. El concierto de Juanes ha sido un fracaso municipal sin paliativos y no reconocerlo no la deja en muy buen lugar en lo que le es exigible, que es manejar los dineros públicos con el mismo cuidado que si fueran suyos. Restar importancia a las pérdidas y decir que con el concierto de Juanes se demuestra la capacidad de Cáceres para afrontar conciertos de este tipo es no querer afrontar la realidad, porque la realidad son las pérdidas. Y si da pérdidas, no hay organización que lo resista. Antes o después se acaba.