No es lo mismo ser un «plan b» en prisión que ser un «plan a» en Bruselas, obviamente. De ahí que Oriol Junqueras, viéndose en desventaja, acudiera el jueves al Tribunal Supremo con una confesión: «Soy un hombre de paz». Esperaba así, quizá, conmover a los magistrados y que le dejaran en libertad, que es lo que no han hecho, ni conmoverse ni dejarle en libertad. Ah, dura lex... El caso es que solo en libertad podría Junqueras ser el «plan a» de su partido para presidir la Generalitat, y no en su condición de «plan b» en presidio. Lástima que conmoverse no sea lo propio de los tribunales, que no aceptan más confesión que la de los hechos. Y que Junqueras, por tanto, siga en prisión y siga siendo el «plan b», sin comprender por qué.

¿Sin comprender por qué? Alguien que se ha dedicado «al estudio y la investigación, a la escritura y la docencia», alguien que ha dado «clases de once titulaciones universitarias», alguien que ha escrito «docenas y docenas de artículos de divulgación» y «un puñado de libros», alguien que dice haber hecho todo eso y más (lo entrecomillado es suyo, claro), alguien así debería comprender por qué es un «plan b» para su partido y por qué sigue en prisión. ¿Se ha preguntado por qué Carles Puigdemont huyó sin él? Pues ahí tiene la respuesta a su condición de «plan b». Y en cuanto a lo otro: si confesar que se es hombre de guerra no es razón para encarcelar a nadie, confesar que se es hombre de paz tampoco es razón para lo contrario.

Es obvio que Junqueras, hombre de convicciones religiosas, había creído que mediante la confesión obtendría la libertad como se obtiene el perdón de los pecados. De ahí la confesión preparativa, preventiva, que hizo también a los periódicos hace un mes, cuando escribió una carta paternal en la que sobresale este sobrante: «Os quiero como todos los padres quieren a sus hijos... y, con toda modestia, me parece que un poco más». Un poco más, dice, con toda modestia. Un padre que confiesa querer a sus hijos un poco más que cualquier padre quiere a los suyos solo puede ser un «plan b». Y, desgraciadamente, solo puede estar en prisión.