La huelga del transporte, que puso en jaque la economía española la semana pasada, ya es historia. Las patronales Fenadismer, Confedetrans y Antid se comprometieron ayer a abandonar el conflicto, lo cual no quiere decir que se haya logrado la paz en el sector. De hecho, mañana hay convocada una manifestación en Madrid para expresar el desacuerdo que existe con el Gobierno que, según los transportistas, no ha aceptado sus reivindicaciones más importantes, entre los cuales estaba la de aprobar una tarifa mínima.

El margen de maniobra que tenía el Gobierno era muy escaso, porque la reivindicación de la tarifa mínima es, sencillamente, imposible de cumplir para cualquier país que esté dentro de la Unión Europea. A lo más que puede llegar el Gobierno en este punto es a donde ha llegado: a que el precio del contrato se pueda actualizar en función de la evolución del precio del gasóleo.

El cese del conflicto en el transporte no garantiza que cesen sus consecuencias, que solo en supermercados se cifran en 130 millones. Durante la huelga el precio de algunos productos básicos se ha duplicado. Mucho es de temer que no volverá al que tenían hace dos semanas, aunque las estanterías estén llenas y haya desaparecido la psicosis de la escasez que motivó compras masivas y descontroladas. No harían mal las autoridades en centrar sus esfuerzos en que la especulación que se enseñoreó del mercado de los productos básicos no se salga con la suya y dé por estabilizado un precio nacido de una situación excepcional.