José María Aznar considera que hay una operación política en toda regla para derribar al Partido Popular, para expulsarle del poder. Cree que ese es el trasfondo de la contestación civil a su postura sobre la guerra. Es una opinión simplista. Es, además, negativa para el propio PP. Si considera que el PSOE, al que apunta inequívocamente en su comentario, tiene la fuerza suficiente para organizar por sí solo la inmensa protesta que efectúa España, el relevo está cantado. Las cosas son más complejas. Hay muchos enfadados del propio PP. Y entre quienes critican la guerra está Pedro J. Ramírez, el hombre menos sospechoso de España de defender a los socialistas.

Mientras Aznar se aferre a falsas explicaciones no irá a ninguna parte. La verdad es más sencilla. No ha conseguido convencer a la opinión pública de que su subordinación a Bush no le ha llevado a defender la opción de la guerra. La gente ha visto, además, la doblez de su Gobierno en la ONU y el alejamiento español de los países europeos que son nuestra referencia. Los ciudadanos no quieren esta guerra y rechazan el protagonismo que ha dado Aznar a España en ella. Aquí no hay operación política: aquí hay grandes errores y el fracaso de todos los intentos para ocultarlos.