TSti algo positivo ha tenido la Operación Malaya es que ha puesto sobre la mesa un grave problema, el de la corrupción del ladrillo, que afecta a casi todas las comunidades. Un problema conocido por todos los políticos, pero del que nadie quiere oír hablar, no porque los políticos sean unos corruptos, sino por el propio sistema de financiación de los partidos.

O alguien es tan ingenuo como para pensar que con el dinero que reciben de las arcas del Estado, pueden mantener el tren de vida que mantienen las grandes formaciones políticas. Si lo de Marbella ha explotado ha sido porque al no tener que dar cuentas a nadie --ellos se lo guisaban y ellos se lo llevaban--, debieron pensar que el mundo era jauja, y la justicia demasiado lenta para cogerles con las manos en la masa. Pero al final todos y cada uno de ellos han ido cayendo en sus propias trampas y hoy ya sabemos que ni Marisol Yagüe era esa madre de familia amable y bonachona que en sus ratos libres cantaba en el coro rociero de su pueblo. Ni Roca un simple señor de Murcia que atraído por el microclima de la Costa del Sol, había decidido instalar sus reales en una ciudad que creyó que era suya.

Pero en España hay muchos julianes, muchas marisoles, muchas isabeles y muchos rocas. Y esos individuos no están escondidos en sus casas, ni en los montes, están metidos en los ayuntamientos, ostentando cargos que les permiten decidir qué terrenos hay que recalificar y cuáles no. Tampoco es que estas tropelías urbanísticas se hagan con nocturnidad y alevosía, porque 16.000 viviendas --que son las que se pretendía construir en las Navas del Marqués--, no es algo que se pueda ocultar, tampoco la tala de 3.000 árboles en una zona protegida, de manera que si las cometen es porque cuentan con el beneplácito de sus formaciones políticas, y lo que me parece más grave, con el de sus conciudadanos que, deberían ser los más interesados en que se cumplan las leyes.

El próximo año se celebran las elecciones municipales y es cuando tenemos que ser leales a nosotros mismos y pedir cuentas a los representantes locales de lo que han hecho con nuestro suelo, con nuestros pinares, con nuestras costas y finalmente con nuestra vida, que es la de nuestros hijos, la de esa juventud que sigue viviendo en casa de los padres a los treinta años porque al precio de la vivienda está por las nubes, y no pueden aspirar ni a un hueco de 30 m, sin endeudar sus sueños y sus proyectos de futuro, por un montón de años.

*Periodista