Los hoteleros confirman que tienen menos clientes que otros años, y que ni siquiera las rebajas de agosto han surtido efecto. A la crisis del sector turístico de temporada también ha contribuido el contagio de la euforia de los últimos años, que ha propiciado un crecimiento excesivo de la oferta hotelera. Si los expertos del sector hubieran afinado más, habrían detectado la tendencia que se ha acabado imponiendo. El euro ha estabilizado los precios y ha eliminado el riesgo del tipo de cambio a la hora de que un ciudadano de la Unión Europea se compre un chalet o un apartamento en la costa española. La liberalización del espacio aéreo europeo y la previsible caída de precio de los vuelos domésticos ha hecho el resto.

Para contar turistas ya no sirve el criterio de plazas ocupadas, ni el de divisas ingresadas. También son turistas los que se desplazan a su segunda residencia en España --fija o de alquiler-- desde cualquier punto de Europa. A partir de este hecho, es comprensible que se mantenga el debate sobre cómo medir el beneficio y el coste del turismo. Sobre todo para establecer si, como actividad económica que exige mucha inversión pública municipal y autonómica, los apartamentos tienen un tratamiento fiscal adecuado.