Avanzan los meses y el Partido Socialista reina a lo largo y ancho de este perfil rechoncho que en los mapas de España mira pero más bien anda arrinconado en el suroeste contra Portugal, y en cuya proa dispone de un mascarón, Cedillo, que tira del conjunto hacia el Atlántico por vocación natural pero que es incapaz siquiera de vadear el charco del Tajo y anda forzado a un rodeo de kilómetros por aquello de las grandes familias apegadas al negocio de la producción eléctrica.

Quién le iba a decir a un deprimido Fernández Vara, inundado de dudas allá por 2014, que tres años después se iba a encontrar no solo gobernando cómodamente sino que iba a ser un líder indiscutido del partido, en el que no hay quien le tosa, y en el cual piano piano, pero sin remisión, se va produciendo no un relevo sino una sustitución generacional de la que ya quedan muy pocas torres por caer.

Llegó septiembre, con su depre post-vacacional y con los más rezagados, los docentes, los maestros y profesores de toda la vida, apurando sus últimos tragos de descanso antes de apostarse a la puerta del aula a ver con qué angelitos tienen que torear dentro de un panorama en el que saben que ya no educan, que para eso estaba la tele y ahora la red, y que a lo máximo que aspiran es a enseñar a un conjunto de niños y jovenzuelos interesados en todos menos en eso, y para los cuales la ruta instrucción-trabajo-familia, antes segura, tiene hoy otros atajos confesables o no, para ganarse la vida y andar por ella, entre ellos el cómodo útero del domicilio familiar.

Mientras afrontan ese sino en los espacios educativos, el PSOE, en minoría parlamentaria en la Asamblea de Extremadura, está más cómodo, mucho más, que con la mayoría histórica que ha tenido y que apuró en sus últimos cuatro años antes de que Monago-Redondo hicieran una pirueta en la sartén de Zapatero volteando una tortilla con pocos huevos y menos patatas aún.

Para el PSOE supongo que es más interesante, más entretenido, y más gozoso por milagro, pasearse por la calle ante una oposición mayoritaria pero que poco ejerce, que siestear entre un pase de rodillo y otro en ese tedioso empleo de ir de vez en cuando a la Asamblea de Extremadura a votar.

Que el PSOE de Vara entrara en pánico y melancolía entre 2011 y 2014, con visita diaria al diván del psiquiatra político, tiene su lógica después de casi tres décadas de comodidad, al fin y al cabo era la primera vez y además había cierta duda sobre el cambio de líder, pero que el nuevo cliente del médico argentino aprendiz de Freud sea el PP de los Ramallo, Camisón, Sánchez Cuadrado, Barrero, Floriano, a quienes siempre les quedaba la explicación de que Extremadura y Andalucía eran imposibles, pero mantenían el pulso opositor, no tiene explicación.

Resulta que los maestros en hacer oposición, a la fuerza ahorcan, de pronto se les ha olvidado. Monago y los suyos no han conseguido hasta ahora, que yo lo note, ningún gran impacto en su papel de contrapoder, a excepción y si acaso de Feval. Como se comenta entre observadores, no tocan bola, y a lo mejor tiene que ser así, el duelo es largo y en dos años pueden rehacerse, pero llama la atención.

El único peligro podría venir para la estabilidad del PSOE por el lado de Podemos, con la llave de la mayoría, pero sinceramente se les ve, en este perfil geográfico rechonchito, con bastante menos pálpito que el de Iglesias en Madrid. No bajar, en algunos aspectos, de la nube ideológica y preconcebida al terreno político, de hacer política en Extremadura, se lo pone aún más fácil a los socialistas, a lo mejor aún no han encontrado el equilibrio entre pedir lo máximo, lo posible que ponga en aprieto o los socialdemócratas, o sencillamente no han descubierto todavía qué pedir. En Castilla-La Mancha Podemos posee la misma situación de llave, y su protagonismo político es muy superior.

Ciudadanos bastante tiene con definirse y con soportar los divorcios internos gigantescos que tiene en Extremadura.

Sin contrapoder político externo, Vara se dedica a los internos, y a juzgar por lo que se ve, con resultados manifiestamente inmejorables.