WLw a liberación de Albert Vilalta y Roque Pascual ha reabierto el debate sobre la eficacia y la conveniencia de promover la cooperación a través de caravanas solidarias como en la que ellos participaban en el momento del secuestro. Esta cuestión no debería plantearse únicamente desde la perspectiva de los países donantes, sino que habría que enfatizar el punto de vista de los receptores. Podemos clasificar las diversas formas de solidaridad entre el Norte y el Sur del planeta en tres grandes categorías: las emergencias como la que vive en estos momentos Pakistán; las caravanas humanitarias que llevan todo tipo de material a las oenegés que trabajan sobre el terreno; y, finalmente, la cooperación al desarrollo que implica proyectos a largo plazo con la participación de técnicos y recursos occidentales bajo la dirección y supervisión de las organizaciones locales de los países receptores. Por lo que hemos oído en estos tres días, parece evidente que hay un consenso creciente sobre la necesidad de promover las ayudas de emergencias y los proyectos de cooperación. Las buenas intenciones que, sin duda, alimentan el trabajo de las organizaciones y de los voluntarios que hacen posible las caravanas humanitarias no parecen ser razón para mantener un tipo de ayuda al desarrollo que se ha demostrado poco eficaz y, sobre todo, poco eficiente, en la medida que los costes estructurales de los desplazamientos --y la cobertura de los posibles riesgos-- pueden llegar a ser superiores al valor de los bienes y servicios que llegan finalmente a quienes los necesitan.