TMte cuentan que más de doscientas personas fueron detenidas solamente el pasado fin de semana por superar las tasas de alcoholemia permitidas actualmente. Al margen de si esas tasas son o no exageradas y al margen de si la detención y el juicio rápido son las soluciones más procedentes --el porcentaje de disminución de accidentes no justifica, a mi entender, las medidas excesivamente represivas de la DGT--, esta cifra de detenciones, y mis propias experiencias de este fin de semana, me han hecho reflexionar: ¿de verdad estamos en crisis? Los hosteleros, gentes, como buenos industriales que son, precavidas y con tendencia al pesimismo sobre el futuro que viene, reconocen sin embargo que este agosto no está siendo, al final, tan, tan malo. La disminución en el consumo, calculan, puede no llegar al 6%, que es bastante menos de lo que se temía. Y el fin de semana del 15 de agosto, que es tradicionalmente el pico más sobresaliente del verano, ha sido más o menos como siempre: todo lleno, tal y como usted y yo hemos podido comprobar. Hoteles sin una sola cama vacante, restaurantes sin mesa libre, aglomeraciones en las playas... Puede que el gasto por comensal haya disminuido algo, pero ya digo: calculen que no más de ese cinco y pico por ciento, de acuerdo, insisto, con cálculos aún muy provisionales. ¿Estamos en una situación que --permítanme simplificar la frase-- podríamos definir como ir de copas contra la crisis , es decir, como una manera de alejar el fantasma? ¿O será que una mayoría de los españoles aún no se ha enterado de los efectos de esa crisis que, sin embargo, mantiene a cuatro millones parados?