En la crisis del euro, los países del norte se han mostrado solidarios con los países afectados por la crisis. Como socialdemócrata, atribuyo a la solidaridad una importancia excepcional. Pero el que la solicita, tiene también obligaciones. Uno no puede gastarse todo el dinero en copas y mujeres y luego pedir que se le ayude», declaraba esta semana el presidente del Eurogrupo Jeroen Dijsselbloem.

La cita es para enmarcar, propia de todo lo que un mandatario, al menos que seas Donald Trump, sabe que no debe decir. Una joya digna de analizar.

Primero, por falaz. En la crisis del euro, todos los países europeos han sido solidarios en la medida que a cada cuál le correspondía, pactada de común acuerdo. Una solidaridad no sólo destinada a «ayudar» a los países afectados, sino también a salvar la cara de esas entidades financieras, muchas del norte y de las que poco se habla, con intereses en esas naciones. Los países del norte tampoco han experimentado los sacrificios y el coste social de la crisis. Calificar esa ayuda de chantaje puede ser exagerado, pero la palabra «solidaridad» no cabe dado que el apoyo no ha sido incondicional.

El político holandés de impronunciable apellido continúa y se define como «socialdemócrata». Precisamente él representa esa socialdemocracia rendida al neoliberalismo, a los mercados y, por ello, hundida en las urnas. Una opción política que ha perdido su esencia, que no ofrece alternativa, que ni está ni se le espera.

Pone el broche de oro con la metáfora de gastarse el dinero «en copas y mujeres». Es difícil discernir qué es más fuerte, si sus prejuicios o su machismo. Me decía una amiga holandesa que no es literal, que en realidad a lo que se refería es a la «laziness». Traducción: que en el sur hay muchos vagos, vaya. A diferencia de en el inmaculado y trabajador norte, tan paternalista como condescendiente, que de vez en cuando tiene que venir a redimirnos. Me quedé mucho más tranquila.

Se cumplía ayer 60 años de la firma de los Tratados de Roma, el origen de la Unión. Seis países firmaron ese acuerdo, 28 forman hoy la Unión Europea. Un experimento que resultó exitoso durante mucho tiempo pero que hoy pende de un hilo. Declaraciones de un alto cargo como Dijsselbloem, perpetuando esa división norte-sur, poco ayudan.