Muy seguros debían estar algunos dirigentes del PP en Baleares de que su permanencia en el poder regional estaba asegurada si creían que iban a quedar impunes los episodios de corrupción que están saliendo a la luz tras el cambio de Gobierno. Un alto cargo del partido de la derecha en esa comunidad ha admitido que "algo falló" en los mecanismos de control que, según él, había establecido el anterior Gobierno autónomo de Jaume Matas. Pero resulta poco creíble que las redes de corrupción --como la última, que no la única, que ha salido a la luz y que afecta al Consorci de Turisme Jove-- pudieran actuar sin el conocimiento del poder.

El viernes, un juez de Palma dictó prisión provisional sin fianza para el exjefe de mantenimiento de ese consorcio: prisión con fianza para el exgerente, y libertad sin fianza, pero con cargos, para el exdirector general de Juventud del Gobierno de Matas y para la expareja sentimental del primero.

La experiencia de otros casos similares --que afectan a partidos de distinto signo-- apunta a que quien echa mano a la caja para su provecho personal se considera a menudo amparado por la impunidad que le proporciona trabajar al mismo tiempo a favor del bolsillo del partido que le nombra. Y es casi siempre su exceso de ambición personal lo que provoca que sus manejos salgan a la luz.

Resulta ilusorio pensar que se puede vivir en una sociedad sin corrupción. En los sistemas políticos centralizados y en los descentralizados, dictatoriales o democráticos, siempre habrá quien intente aprovecharse del cargo en su provecho. La grandeza de la democracia es que la justicia actúa y castiga. Cuando lo descubre.