XLxa corrupción está de moda y es noticia a diario. Se aplica a muchas cosas en general relacionadas con la moralidad y la conciencia en todos los órdenes. La conciencia, a su vez, es un concepto versátil, de límites difusos y hay quien no la tiene, pero suele admitirse que los corruptos se la saltan a la torera. Pepi está preocupada por la corrupción económico-política y es de lo que se ha empeñado en hablar. Yo no sé muy bien qué decir, porque a pesar de ser algo muy extendido, que debió de nacer al mismo tiempo que el hombre, es un tema con mala fama. La UNESCO ha publicado un informe sobre corrupción que ha escrito un tal profesor Heidenheimer --experto en la materia-- y su distribución geográfica por países. Los clasifica en menos, algo y muy corruptos, resultando España entre estos últimos --cosa que por otra parte ya sabíamos, incluso antes de que se hablara de El Carmel-- junto a Italia o Méjico, por ejemplo. Si no eres tan experto, es difícil saber sobre corrupción porque nadie --ni los mismos corruptos-- quiere reconocer que existe y, caso de existir, es un secreto. Creo, no obstante, que la diferencia entre corrupción y corruptela se refiere al tamaño, o sea, a las cantidades en juego y corruptela puede referirse a una costumbre no del todo legal o lícita o abusiva. Uno corrompe cuando hace que alguien se aparte de la buena conducta --decencia la llama nuestro presidente en una entrevista que leí no hace mucho-- y le convierte en corrupto. La corrupción es un hilo sostenido entre dos extremos igualmente corrompidos y con frecuencia el camino es de ida y vuelta, de manera que un extremo puede llegar a confundirse con el otro. Siempre es cosa de dos, y dos no se corrompen si uno no quiere.

Pepi lo tiene mucho más claro. Según ella lo que ocurre es que la humanidad se divide en dos grupos: los ricos y los que quieren serlo, y, claro, estos últimos siempre están disponibles para avanzar en la clasificación, de modo que a los corrompedores --que son ricos o se lo hacen-- se lo ponen fácil. No tiene nada que ver con la ideología política. La posibilidad de ser corrupto se reparte de forma igualitaria entre gentes de unos y otros partidos. El grado de corrupción sólo depende de la facilidad de acceso a ella que cada uno tiene y siempre es más fácil para el que gobierna o tiene poder de algún tipo. Para que me entere, da algunos datos:

--No seas ingenua, cariño. Mira mi primo, que era albañil de pueblo y ahora se pasea por ahí con el michubichi, ha ido a Miami de vacaciones y esquía en Los Alpes, él, que siempre fue un cateto. ¿Qué crees, que todo por lo que curra?, pues no, que lo sepas. Se lo debe a las obras públicas regionales y locales y para conseguirlas ha ido untando a más de uno que yo me sé y que se dice de izquierdas, si es en lo regional, y de derechas si es en lo local. En cuanto pueden, a poner el cazo. Todos, cariño. Sólo hay otra cosa que iguala tanto a partidos políticos contrarios como la corrupción: la hipocresía. Porque, eso sí, lo disfrazarán. No admitirán jamás la corruptela, excepto si estalla y salpica como ha pasado en Cataluña. Cuando éramos católicos y de derechas, la corrupción se quedaba en el confesionario y las conciencias se lavaban con padrenuestros. Ahora, que somos laicos y más de izquierdas, la corrupción se disfraza de decencia y la conciencia de servicio público. Pero haberla, cariño, hayla, igual que siempre. Te lo digo yo, que trabajo en la cosa pública.