Aquel que esté libre de pecado, que tire la primera piedra", dijo Jesucristo a los fariseos cuando se disponían a apedrear a una mujer acusada de haber cometido adulterio. Eso es lo que ha venido a decir Dolores de Cospedal a los españoles en el momento de sacar al sol del tendedero nacional la corruptela de su casa, el PP: "La corrupción es de todos".

Y ancha y pancha se ha quedado tras mostrar entre sus labios esa sonrisa que no parece una sonrisa, sino una mueca programada para acabar sus frases en sus intervenciones públicas. No, no es verdad que todos los españoles seamos corruptos, como tampoco es verdad que todos los políticos lo son.

Un pobre que roba a un rico es un insignificante ladrón; un rico que roba a un pobre es un grandísimo miserable. Un fontanero con familia a cargo que lleva dos años en paro y percibe un subsidio de 400 euros al mes es un infractor al cobrar una chusca sin factura y sin IVA. Un político que trinca una comisión de miles de euros al dar un trato de favor a una empresa es un corrupto con mayúsculas.

Dolores de Cospedal nos quiere meter a todos en el mismo saco, pero no. No es lo mismo que un empleado público afane unos folios o un bolígrafo en una oficina, que un político se haga con trajes, coches o relojes de lujo aprovechando su cargo. El primero está cometiendo un abuso, el segundo una acto de corrupción. Quizás el primero sea un administrativo que cobra 1.500 euros y el segundo un alcalde de capital que gane 5.000 euros mensuales.

Si así fuese, al corrupto también habría que acusarlo de avaricioso, que en realidad es lo que son la mayoría de los corruptos. Quizá tienen bien aprendido eso de que "el dinero llama a dinero". Y "todos queremos más y más y más". No más folios, ni más bolígrafos precisamente, sino más euros que retener en cuentas bancarias. Euros que podrían estar circulando en la calle, entre las manos de todos los ciudadanos, para generar empleo.

Si todos los corruptos devolvieran el dinero trincado, seguro que muchos infractores no se verían obligados a trabajar sumergidos cobrando sin expedir factura.